Lázaro Carreter

“El idioma español no está peor que antes … Hay una algarabía de voces, y los defectos se oyen más”

“En la actualidad hay una algarabía de voces, pero esto no representa que el español está peor que antes; sólo que los defectos se oyen más y se leen más. Se ha producido un abatimiento de las murallas que separaban los distintos grupos sociales, y se ha producido una nivelación. Las nivelaciones se hacen siempre hacia abajo, nunca se hacen por las crestas”.

Las opiniones anteriores corresponden al académico Fernando Lázaro Carreter, quien ha estado en Murcia para participar en el ciclo de conferencias sobre “Teoría y análisis literarios”, organizado por el Departamento de Lingüística General y Crítica Literaria.

El señor Lázaro Carreter, que constestaba a una pregunta de CAMPUS sobre la situación del español en el momento presente, añadió:

-Sufre los mismos problemas que todos los idiomas del mundo occidental. Hay una enorme laxitud, falta de control y de cuidado por el empleo correcto de la lengua. Hay también una enorme permeabilidad: ya no tenemos separación entre clases culturales y, además, se da la penetración de unas lenguas en otras, situación en la que entran las más potentes. Yo creo que es un efecto claro de la sociedad industrial, que produce un abatimiento de la antigua jerarquización social. Antes eran muy pocos los que tenían acceso a la voz pública, se oían muy pocos: el profesor en las aulas; el predicador en la iglesia… Pero con la invención, sobre todo, del transistor, la voz pública se ha dado a miles y miles de personas. Ahora, las clases menos cultas, que no eran oídas antes, pueden acceder al uso de la voz pública. La confusión que se crea es mayor.

¿Qué incidencia tiene la televisión en el uso incorrecto de nuestro idioma?
-La importancia de la televisión es mucho menor que la de la radio. El televisor es un aparato inmóvil, mientras que el transistor es un aparato que le acompaña a uno. Éste tiene un efecto benéfico, que es el de contribuir a la elevación de la cultura. Hace unos treinta años, antes de la difusión del transistor, una persona podía morir sin conocer el idioma estándar de la ciudad. Muchas personas no tenían más comunicación que con la gente de su pueblo. Hoy asiste a un baño permanente de su lengua. Escucha el habla del locutor, del político, etc. Esto es bueno, por producir una elevación cultural de estas personas, pero no puede olvidarse que esta cultura se mantiene en unos niveles muy bajos. Se produce una elevación lingüística, pero no realmente cultural. Es un efecto beneficioso, pero no tan bueno como sería de desear.

Y nuestros políticos, ¿hablan bien?
-No son seres de otro mundo, participan del estado común. Si los profesores universitarios, a los que cabe exigir mayor rigor, no hablan perfectamente, no hay por qué exigir a los políticos que sean una raza superior. En su gran mayoría se reclutan entre personas que no tienen un estatuto profesional sólido para ellos. Hoy no tenemos políticos como Azaña, Indalecio Prieto, Gil Robles… Quizá sea que nuestro tiempo exige más ir a lo directo, sin circunloquios, pero con esto se pierde un enorme poder, porque la retórica es un táctica de persuasión, y objeto de admiración hacia quien la sabe emplear. Quien habla de forma transparente, clara y bella puede captar mejor al cliente, como hacen los viajantes de comercio.
Las trivialidades están a la orden del día. El idioma se encuentra en un estado de magma; lo vulgar, lo pedante, el extranjerismo, se mezclan. Los cultos deben hacer una criba, aunque sólo sea por el interés personal de hacerse admirar. El pueblo es sensible a la elocuencia sencilla.

El papel de la Academia

¿Qué intervención puede tener la Real Academia de la Lengua para una correcta utilización del idioma?
-No tiene función ejecutiva, y la poca legislativa que tenemos se nos discute o se desconoce. No creo que sean muchas las personas que consultan el diccionario, las que están atentas a las normas… Nosotros no imponemos nunca nada. La nuestra es una función notarial, de levantar acta.

Se les acusa a veces de ir con demasiado retrraso…
-Es una gran verdad; entre las dos últimas ediciones del diccionario han pasado catorce años, y esto no es bueno. Pero lo que ocurre también es que con la captación de palabras hay confusión. Las palabras existen, con independencia de que las aceptemos o no. El que no estén en le diccionario no quiere decir que no se usen. Lo que ocurre es que la persona culta no aceptará la primera tontería que le llegue, ni el extranjerismo innecesario. Hace poco leía en un artículo que Juan Luis Cebrián era el “alma pater”…, esto es una tontería inmensa. Seguro que quien escribió esto no sabía lo que quiere decir.
El pueblo es el que hace el idioma. La Academia va por dentro, y la lengua, por fuera. Nosotros, ya digo, somos notarios, sólo aconsejamos, pero luego el cliente hace lo que quiere.

Señala el señor Lázaro Carreter que en las elecciones francesas en el programa del Partido Comunista figuraba, entre otros objetivos, el de procurar la elevación de la nación. Le pregunto si conoce de algún partido español que se proponga lo mismo, y sonríe…
-No, ninguno lo ha incluido en su programa, pero es que si lo hiciera produciría una carcajada.

América, importante

Lázaro Carreter destaca el gran papel que puede jugar España como parte de la comunidad hispánica…

-En Europa somos un apéndice que le sale por debajo, pero en la comunidad hispánica somos la cabeza, bueno, una parte del cuerpo, porque la cabeza no lo somos ya. En América está el punto principal de nuestra infraestructura de futuro. Son trescientos millones de personas que hablan la misma lengua. Nuestra fuerza está aquí, y hay falta de concienciación. Hay que mantener la unidad del idioma, que no es la uniformidad. Que nosotros podamos leer con absoluta naturalidad a García Márquez, o a Vargas Llosa, y que los americanos puedan leer a Cela y a Delibes con la misma naturalidad es algo maravilloso. Mientras eso ocurra, la unidad está asegurada.