“La mirada del espejo”

Casi no lo conozco. Pudo ocurrir que un día iba yo por la calle camino del dentista y tropezamos. A él se le cayó el lapicero Johan Sindell que llevaba cogido de la oreja, como si anduviera por la vida de contable con manguitos y a mí se me cayó el bolígrafo inoxcrom regalo de una empresa de extintores.

Ocurrió hace años, cuando la avenida de la Libertad no era la avenida de la Libertad y Carrero Blanco paseaba sus medallas, tranquilo y poderoso, a lo largo y a lo ancho de la calle de Hortaleza. Digo yo que a buen seguro el joven Pepe Lucas vendría de Cieza, su pueblo, de pintar melocotones para una señora viuda, rica y caprichosa con casa en el paseo de los Mártires y hacienda en la carretera de Madrid. Y es que a la señora le gustaban más los melocotones de Pepe Lucas que los del árbol de su finca.

-¿Cómo fueron tus inicios en lapintura?.
Empecé a pintar al darme cuenta de la existencia de los colores. Asistía a las clases de dibujo con el escultor Juan Solano, en la academia local de mi pueblo.

Tendría once o doce años. Me lo imagino saliendo de su casa de la calle del Hoyo, con el caballete a la espalda y la caja de pinturas en la mano, con sus pantalones bombachos y sus zapatos gorila, de esos que al comparlos te regalaban una pelotita de goma de color verde. Luego sus estudios en Murcia, en Artes y Oficios, los primeros contactos con pintores de tu generación, la acumulación continua de nuevas necesidades, los desengaños…

-Sí, sí, muchos desengaños. Admiraba mucho a los pintores de mi generación, los veía como si gfueran grandes genios. No sé, por lo menos con grandes posibilidades. Pero era mentira, estaba equivocado. Rápidamente comprobé que toda esa pintura, salvo alguna horrorosoa y mínima excepción, era de una mediocridad absoluta, total. Y Murcia una ciudad asfixiante. El acontecimiento más importante era asistir a la exposición del premio Villacis, figúrate.

La noche suelta sus murciélagos. Murcia es una ciudad entre tinieblas. Y encima llueve con una lentitud que irrita. “Algunas gotas de lluvia se quedan en el aire/suspendidas/sin dejarse llover del todo”, dicen unos versos de Miguel Velasco, amigo y poeta. Nos mojamos, Pepe, nos mojamos. Un café caliente no es mala noticia. Entramos en un bar que quiere ser antiguo, con mesas de mármol sobre las que se apoyan jóvenes poetas que imitan a Cernuda o pintores que se creen estar en Nueva York después de tres cubatas.

-Aquí está la mediocridad. Mira a tu alrededor. ¿Qué ves? Aburrimiento, desidia, impotencia. Y lo que es peor: envidia. Mucha envidia. Hay seres nocivos y corrosivos en esta ciudad que fomentan la envidia e intentan implantar, en la medida de lo posible, la absoluta mediocridad.

Pepe Lucas suelta a chorros sus palabras. Su boca es una especie de manguera de bombero, y si no te apartas te cala hasta los huesos. Son frases dichas de un tirón, como escopetazos secos y previamente pensados. Se lo digo a Pepe y ríe. Una rubia, con el pelo en punta y masivamente engomado, se acerca a nuestra mesa y le da dos sonoros besos. “He aquí al hombre invisible”, dice la rubia levantando los brazos. “Tan pronto aparece como desaparece. No, no me puedo sentar. Me esperan para ver a Woody Allen, chao”.

Año 1969. Pepe Lucas tenía muy claro el camino a seguir. Murcia era ya una etapa quemada, sin ningún interés. Necesitaba vivir entre pintura y entre pintores. Imagino que un buen amigo le pondría un telegrama con el siguiente texto: “La revolución del mayo francés está a punto de llegar a Madrid. Coge las cosas y vente. La paz ha terminado”. La ingenuidad del amigo quedó demostrada. El mayo francés se atascó entre los telones y las bambalinas del Odeón y no cruzó el puente de Behovia.

-Mi meta siempre fue Madrid. Allí estaban los pintores, las nuevas corrientes plásticas, los muesos. Pero también estaban los escrtiotres, los poetas, los cómicos, Visitaba el Círculo de Bellas Artes, iba a San Fernando, a las tertulias del Gijón. Luego me dieron una beca para viajar a Alemania y pude conocer el expresionismo alemán, por el cual sentía una gran admiración. A partir de ese momento configuré mi personalidad y me afiancé en lo que buscaba.

Uno también frecuentó el Gijón. Llegue de provincias, como tantos con pantalones de poeta y camisa de cómico, dispuesto a comerme el mundo. En el Gijón había pintores de un solo cuadro, novelistas con el manuscrito de una novela de maquis que intentaban meter en el bolsillo de la americana de Rafael Conte, jóvenes estudiantes de periodismo que hacían corrillo con Cuco Cerecedo o con Juby Bustamante, inocentes poetas que buscaban a Kavafis debajo de las mesas.

-El Gijón es el sitio donde se han visto frustrados centenares de aspirantes a la fama que creían y siguen creyendo que ello se consigue teorizando y diciendo lo que van a hacer, pintar o escribir, desde una mesa de café. El arte y la vida es cruel y justa con los perdedores del tiempo. El Gijón es el sitio idóneo para perderlo.

Achaparrado. Tiene Pepe Lucas cierto aire de lanzador de peso o de picador después de un soberano puyazo en todo lo alto a un cinqueño de Victorino. No deja quietas las manos ni un momento. Juega con la cucharilla del café haciéndola girar por el borde de la taza. Sus ojos van y vienen, suben y bajan. Oye, Pepe, vamos a dejar un poco atrás ciertas cosas y situarnos en el momento actual de la pintura. Dicen que es muy intresante. No sé, tal vez Broto, Ferrán Sicilia, Campano, Barceló…

-Sí, es interesante en tanto y en cuanto hay un verdadero frenesí por la búsqueda de nuevas formas de expresión. Pero eso da lugar también a mucho mimetismo y a mucho personajillo epigonal. Yo tengo confianza plena de que esa época de aparente confusionismo irá aclarando lo que de valor tienen ciertas cosas y ciertas gentes y fulminará todo lo mucho inútil que existe en el campo del arte y de la pintura en concreto.

-¿Tú no crees que la Administración se está volcando demasiado con algunos pintores? ¿Es eso lo que debe hacer la Administración, lo que no quiere decir en contra, apartados del poder, aún cuando el poder que éste en el país donde viven se base en una ideología?

-La Administración tiene que ayudar, sin ningún tipo de reservas, a los artistas que, con buen criterio, sean merecedores de ello y evitar el más mínimo obsturccionistmo. Por otro lado, los artistas auténticos y verdaderos tienen que estar apartados de la Administración, lo que no quiere decir en contra, apartados del poder, aún cuando el poder que éste en el país donde viven se base en una ideología igual o paralela a la del artista. El auténtico creador debe y tiene la obligación de ser rigurosamente crítico con cuanto le roeda, y especialmente con el poder.

-Pepe, Arco es una feria que lleva muy poco camino recorrido pero que ya está siendo bombardeada desde distintos ángulos

-Sí, siempre hay depredadores y arribistas que están metidos estúpidamente en el mundo del arte sin que la obra de arte ni el artista los haya llamado. Mira, Arco es el termómetro que mide la inquietud creadora de unos individuos y de unos pueblos, nadie la va a hunidr, y mucho menos los propios artistas.

El hombre del bar está echando serrín encima de un charco. A un jovencito con tupé se le ha escapado el quinto cuba libre de las manos. En la mesa de enfrente una joven con dientes de elefante teoriza sobre el cine de Fassbinder. El gato negro del bar se acerca hacia nosotros, se acurruca debajo de la mesa acostándose en el empeine del zapato rojo de Pepe. Desde que conozco a Pepe me han chocado sus zapatos intensamente rojos, pero no se lo digo. No me gusta hurgar en las manías o en los secretos de la gente.
Hace tan sólo unos días tuvimos la suerte de escuchar una conferencia que dio Antonio Saura. Entre las muchas cosas que nos dijo, Saura habló de la expresión personal, del comercio y de la comunicación del pintor con los demás. Incluso estableció las prioridades de eos conceptos bajo su punto devista.

-Yo vivo de la pintura y por lo tanto me intresa que mis cuadros se vendan, naturalmente. La expresión personal depende de uno y hay que volcarse sin reservas, sin falsedad. Hay un espejo invisible en la vida de los creadores que delata implacablemente la falsedad o la no autenticidad de los “artistas”. El comercio depende de muchos factores. Primero la calidad –cuando el comercio es auténtico- y el calado y la influencia en la opinión pública depende de los “otros”. Estos “otros” muchas veces son gente muy al margen de la creación y ajenos al talante de ciertos creadores. No puedo cotejar la comunicación con los demás. Es la obra quien determina esta comunicación, en la medida que ella lo hace posible.

Has hablado antes de confusionismo, de mimetismo, de la existencia de demasiado personajillo epigonal. Esto, digo yo, conlleva que el espectador se encuentre sumido en un mar de dudas, se extravíe y no sepa qué pensar ante la cantidad de ofertas que se le brindan. Abundan los críticos que buscan el lucimiento personal y marginan las obras ¿Qué papel juega la crítica en todo esto?

-Todo lo crítico es relativo. Hay críticos que enriquecen al autor y a la obra de arte aportando ellos literatura de la “buena” y descubriendo partes inexplicables que el buen arte debe de tener. Enfrente se encuentra el mal crítico de arte o vomitador de palabras estúpidas que confunden a la afición. De cualquier forma el único crítico fiable e implacable es el tiempo. Conviene decir, no obstante, que existe una joven crítica en este país actualmente muy preparada y clarificadora de errores y oscuridades que sembraron ciertos críticos en décadas pasadas.

Mañana Pepe Lucas volverá a encerrarse en su estudio de Madrid. Rodeado de colores, de cuadros y de libros, hará una pausa para leer a Artaud, a Carpentier, a Mallarmé. Se acerca a un cine para ver la última película de Almodóvar o de Chávarri. Tal vez decida quedarse y escuchar a Falla o un canto gregoriano, que le apasione, siendo, como es, tan poco partidario de la iglesia.

-Sí, le tuve mucho miedo a las religiones, porque de pequeño, intuitivamente, y de mayor muy conscientemente, amé ciegamente la libertad y defiendo la mía con uñas y dientes.

Dentro de pocos días Pepe Lucas volverá a su tierra, a su pueblo. Llegará con la maleta llena de pinturas y de versos. Cieza será la ciudad de la luz y de la libertad. El viejo Paseo de los Mártieres nunca más volverá a llamarse así y quedará convertido en una larga cometa que el viento jamás podrá arrebatarnos de los dedos.