La comunicación depende de nosotros mismos

El modo de comunicar y sus resultados dependen de nosotros. Por eso hemos de aquilatar lo que hacemos. Veamos unas reflexiones que nos han de conducir a un determinado desenlace con muestras de experiencia. Nos sentimos solos. Hoy es así. No sabemos qué ha sucedido, pero la incomunicación hace mella. Una fuerte descarga de emociones queda en ninguna parte, y no interpretamos muy bien qué es lo que ocurre, que es un poco de todo, o eso parece. Nos endulzamos con noches de silentes dichas que nos presuponen para arreglos que no terminan de llegar. Parece que podemos, pero no, no es así, si la comunicación no nos arregla todo con un dulzor de expansión infinita.

Nos agradamos, nos damos complacencias de facturas determinadas que nos ponen en el brete que todo lo puede, o eso parece. Nos damos franquezas que nos rompen el destino, pero que unimos para darnos las fortalezas que necesitamos en los momentos estelares, que, finalmente, aparecen con sus soluciones más o menos contables.

Hemos supuesto que estamos listos, y puede que lo estemos cuando no sea el instante de llorar. Nos hemos dispuesto para nuevas caricias que han de arreglar lo que sucede con un amor más que sencillo. Los destellos llegan mal y destemplados. No vemos lo que ocurre. Tampoco queremos mirar mucho más allá. Nos hemos desanimado contemplando los deseos de otros, que nos proponen cambios de facturas diversas. Nos quejamos, pero es igual. Nos falta comunicación. Siempre éste es el fallo, al menos es el fundamental.

Hemos complicado todo con unas travesuras que nos corrigen las adversidades de antemano, que nos destapan la cara para que veamos todo cuanto está por ocurrir, que es diversión, afán, propuesta y solución. Nos queremos, pero no siempre damos con los altivos quehaceres que son capaces de sacar lo mejor de cada cual. Nos hemos dado el sí, pero resta que creamos en nosotros mismos, que es harto difícil.

Simplificamos las manufacturas con solvencias de tormentas que se repiten hasta decir el sí que es no, el no que es entrega con suplencias añadidas hasta decir que vale y que es con un toque de atención reiterada. Buscamos el equilibrio, pero no siempre damos con él. Nos animamos pero con rescates que no somos capaces de pagar de antemano. Vamos y nos regresamos con simplificadas diferencias que nos proponen seguir y hasta sentir.

Hemos acudido a algunas citas, pero en esta jornada no se dan las circunstancias. Nos hemos quedado tan solos como acompañados. De nosotros depende que ejerzamos la comunicación y que nos pongamos a andar con la suficiente gracia y resolución. Sí, el punto está en nuestras manos. El inicio, el intermedio y el final están pendientes de las decisiones que vamos tomando. De todas.

Juan TOMÁS FRUTOS