La aventura comunicativa

La existencia tiene interés si sabemos suscitarlo, y, además, hemos de provocarlo con sencillez y soltura. Así, gestionamos algunas emociones que nos hacen liderar los momentos más remotos. Nos miramos y asentimos con un movimiento de esperanzas en los dones que nos surten algún efecto. Hemos negociado y no hemos visto, pero debemos seguir sin descanso. No pensemos en más destino que en ése que podemos compartir. Sigamos sin temor hacia ese anhelo que hemos de postular con singulares entusiasmos. Nos queremos mucho.

Me ofrezco para combatir los instantes de desidia, de hastío, de preferencias no escritas. Hemos de constatar los minutos más gloriosos con versiones no escritas. Digamos que somos en ese territorio que nos propone querencias nobles con las que hemos de dulcificar las actitudes más grandilocuentes. Haremos caso a nuestros corazones, pues nunca se equivocan. No, pues miran con intereses gratos, no ambivalentes.

Llevemos la tregua que nos permite asumir riesgos con sus oportunas oportunidades. Daremos con esa salida que buscábamos cuando todo era diferente. Lo sigue siendo. Asumimos los planteamientos con los que crecemos en una etapa de recias creencias. Nos vemos con miramientos que no han de ser complejos. La sencillez nos oferta posiciones sin dominios altivos. Las modas pasan, pero quedan, lo que significa permanecemos las personas con todo ese bagaje que hemos de aseverar. Las sentencias han que de continuar por esas veredas donde la consideración mayor ha de ser aumentar las ocasiones de aprendizaje.

Las causas han de ser asumidas con riesgos de penitencias supuestas, llevadas hasta ese final en el que el ciclo supondrá un comienzo repetido casi como nuevo. Hemos de atemperar las iniciativas con sus gracias más fortalecidas. Hagamos caso a las naves que vienen sin velas, e intentemos que se muevan con toda la carga de docencia que sea posible. Intentemos que las cosas no se queden atrás. No desterremos las valentías con las que hemos de llegar mucho más allá.

Aprendamos a ser en la noria de una existencia que ha de aunar esfuerzos, voluntades, inteligencias, corazones y regresos a esa infancia en la que la ingenuidad y el bien pensar eran unos exponentes de presente y de futuro. Acabemos con esos agobios que nos traspasan las almas y no nos conducen a los lugares que nos apetecería. La felicidad es un honor por el que hemos de bregar cada día. Apuntemos a lo merecido; y aquí todos andamos a la par. Encendamos la luz de la aventura, que siempre supone un sí o lo contrario. No lo calculemos todo, salvo la energía suficiente para no quedarnos a mitad de camino. La comunicación espera. Nosotros con ella. Debemos postularnos como seres amistosos y encariñados con los registros más poderosos en lo colectivo. Tenemos que repetirnos que somos en comunidad, porque, ante todo, somos más felices.