Involucrados en la Red

Hemos atravesado la barrera de lo tecnológicamente posible hasta hace unos años, y nos hallamos inmersos en un universo de sueños reales que nos hacen conquistar cotas impensables hace tan solo unas décadas. Quizá estamos en la era de la “prontitud”, como me gusta llamarla. La llegada, la aparición, la puesta en escena, de las nuevas tecnologías de la información ha supuesto una gran revolución en todos los sentidos. Es evidente que el aporte de espacio, de sitio, de posibilidades para escribir es tan inmenso como infinito.

En este sentido, se ha dado un auténtico vuelco, una extraordinaria revolución. No hay nada comparable a lo largo de la historia del ser humano. Ahora no es necesario el papel, con sus condicionantes, no es necesario un lugar determinado y determinante: ahora tenemos casi una eternidad de posibilidades.

Internet, la Red de Redes, se ha convertido en la gran editora, en la gran emprendedora, de nuestro talento y de nuestras capacidades en lo literario, en lo artístico, en lo intelectual… Ya no podemos decir que no tenemos un soporte que nos haga de altavoz, que existe, que se da de una forma, en un continente y de una manera que podremos llegar hasta donde queramos.

La sensación de cooperación que se puede apreciar en Internet es tal que nunca antes pensamos que se podrían crear comunidades virtuales tan extensas a través de instrumentos como los “blogs”, los “chats”, los portales, o la multitud de documentos que vamos “colgando” por aquí y por allá. Todo está al alcance de todos. Quizá el problema pase por la cantidad de información que hemos de ir desbrozando en un universo excesivamente amplio, sin fronteras, con un enorme caos, o más bien desorden, en algunos aspectos.

Todo en tiempo, forma y espacio

El crecimiento en lo cuantitativo y cualitativo es exponencial, imparable, hasta hace poco inimaginable. De manera paralela, contamos, y gozamos, de increíbles agendas, de ingentes bibliotecas, de estupendas enciclopedias de las más diversas especialidades, y a todas ellas podemos acceder a través de Internet. Casi un milagro por la satisfacción que nos procuran. El giro ha sido de 180 grados. A veces ha sido mucho mayor que eso.

Los límites económicos, en sentido estricto, ya no existen. Ya no hay fronteras. Poco a poco podemos ir introduciéndonos en los más diversos rincones a través de una maraña de datos, de cifras, de eventos y de sus correspondientes interpretaciones. La sensación de libertad puede ser inconmensurable. Lo es. Es algo que hasta se intuye de una manera más o menos palpable.

El futuro de lo digital nos traerá lo que queramos que sea, no lo olvidemos, pero también hemos de tener presente la idea de un aprendizaje perpetuo en cuanto a las nuevas tecnologías, en cuanto a los valores que aportan, y también en lo que respecta a la necesidad de saber descifrar las claves y de tomar en consideración lo verdaderamente evaluable. Urge, en este sentido, una cierta deontología y el desarrollo de un afán de aprendizaje continuo y de ida y vuelta. La cultura tiene muchos dones, muchos perfiles, muchas caras: es importante que les saquemos provecho.

Paralelamente, es necesario que el placer por la red vaya acompañado de una pasión por lo que hacemos, por cómo lo hacemos, por una evolución integral de los medios, y, fundamentalmente, de las personas. No dejemos atrás aspectos morales, sentimentales incluso, y, sobre todo, espirituales. Conjuguemos verbos y opciones, sin machacar ninguna, fomentando todas las posibilidades, que son ilimitadas. Podemos más de lo que pensamos.