Invitación al Quijote:una novela para leer

A pesar del ruido del IV Centenario deberíamos ser capaces de distinguir lo importante de lo accesorio. Entre lo último cabe situar los actos de homenaje, con implícitas propagandas de Instituciones e incluso de marcas comerciales. Quizá lo único que me parezca importante, por el contrario, es plantear si la gente, los españoles y americanos que sienten esa asignatura como pendiente, van a tener más fácil acercarse a la obra de Cervantes que lo era antes del IV Centenario.

Porque el único homenaje (y gasto) que puede tener sentido real es el que consiga más lectores. Por una vez la respuesta es positiva. El lector tiene ahora ante sí, desplegada por doquier, una amplia gama de ediciones por muy poco precio que tienen suficiente garantía para que el acceso al Quijote se haga en condiciones. Es posible que la nota distintiva de este Centenario sea ésa: es el primer centenario que coincide con unas técnicas de edición bastante desarrolladas, amalgamadas a una industria cultural y de distribución masiva de libros. Este es el primer Centenario que Cervantes vivirá pasmado, espantado diría él, ante lo fácil que es llegar a los lectores. Vaya desquite. Ha alcanzado lo que Lope tuvo en vida, él sólo lo acarició al final de ella y bastante menos. Bien le valga esa justicia de la Historia.

Como les ha ocurrido con aprender inglés, para muchos españoles no haber leído el Quijote permanece como asignatura pendiente, tantas veces suspendida, por desgana, porque no lo entienden, porque le tienen miedo, porque piensan que nunca podrán hacerse con ese libro, tan respetado y valorado por todos los lectores del planeta a través de los siglos. Ocurre que el Quijote se ha convertido en algo más que un libro: es un monumento de la cultura universal, y por eso infunde tanto respeto como temor. Su engrandecimiento simbólico ha provocado la paradoja de alejar a los lectores comunes de él. Por eso considero que lo primero que habría que hacer en este IV Centenario es devolver el Quijote a su idea originaria, a lo que es fundamentalmente, y nunca debe dejar de ser: una novela entrenida, un libro con el que disfrutar de muchas situaciones e historias ocurridas a muchos personajes. El IV Centenario ya ha producido un beneficio de primer orden: cualquier español puede tener por muy pocos euros un Quijote bien editado. Es el momento de comprarlo y comenzar a leerlo. ¿En qué edición?

Hay distintas formas de considerar qué sea una edición provechosa de un clásico. Y hay que distinguir en primer lugar la edición hecha solamente para acádemicos y estudiosos, de la que se hace para que llegue a todo el mundo. Siempre hubo para el Quijote esa distinción: las ediciones de Rodriguez Marín (en Clásicos Castellanos) o luego la de Vicente Gaos (en Gredos), por poner dos ejemplos en dos tiempos distintos de la Historia, tan detalladas en notas y tan prolijas en referencias eruditas, nunca se pensaron para que la gente común, no profesional, accediera a ellas. Otras hay que están en colecciones intermedias como la bastante buena de L. A. Murillo en Clásicos Castalia o la de J. Allen en Cátedra; van dirigidas sobre todo al público estudiantil o al hispanismo en su sentido más académico. Igualmente, pero ya en un nivel de alta exigencia investigadora se situó la que bajo el patrocinio del Instituto Cervantes preparó un equipo muy amplio de especialistas bajo la dirección de Francisco Rico, y que se publicó en la editorial Crítica en 1998. Esa misma edición, prologada por Lázaro Carreter, es la que ahora se ha publicado, con algunas supresiones, ampliaciones y actualizaciones, por el mismo Instituto Cervantes en Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg. Se mantienen en dos volúmenes los dos diferentes tipo de lectores que pueden satisfacerse, pues un lector no especialista tiene en el primer volumen un Quijote con amplios estudios introductorios, pero tan sólo se dan las anotaciones suficientes para aclarar las dudas (en las notas al pie, más selectivas, ha mejorado la de 2004 respecto a la de 1998). El especialista tiene un formidable segundo volumen, que contiene lo mejor que el cervantismo ha dado sobre cada pasaje o vocablo.

Considero que un primer momento clave en las ediciones modernas del Quijote , en cuanto significó conexión con el público, sacándolo de la cueva de especialistas que es más profunda que la de Montesinos ( y con no menos desfiles disparatados de locos), fue la edición de Martin de Riquer. Las ediciones del sabio catedrático catalán son emblema de proporciones debidas. Dio ya en 1980 una edición con un texto limpio, exigente, con las notas adecuadas, las justas, y un estudio Preliminar suficiente. La publicó Planeta. De esta edición se hizo otra tirada en 1989 en Círculo de Lectores, en dos volúmenes de muy estupenda lectura. Es la edición que ahora con motivo del Centenario ha recuperado Planeta, en distintos formatos, alguno de coleccionista, con ilustraciones de distintos artistas, de Dalí a Mingote. Esa misma filosofía de Martin de Riquer, ofrecer un texto limpio y con ajustadas proporciones en la anotación, es la que sigue la edición de un discípulo suyo, Alberto Blecua, en Austral, que con ocasión del Centenario ha hecho una tirada muy económica con las garantías del buen hacer textual de Blecua.

En este orden de ediciones económicas del Centenario resulta excelente la de la Real Academia, bajo el sello Alfaguara. Ofrece el texto de la de Francisco Rico y una serie de estudios que recogen desde los clásicos de Francisco Ayala y De Riquer a un estudio introductorio de Vargas Llosa y estupendos asedios desde distintos flancos de otros académicos como Jose Manuel Blecua, Guillermo Rojo, Jose A. Pascual, Margit Frenk y Claudio Guillén. Un texto con garantías, unas anotaciones suficientes y unos estudios de mucha calidad, en las proporciones ajustadas a su orientación para el gran público. También el Centenario ha hecho recuperar otras ediciones, como la de Florencio Sevilla, tradicionalmente en Alianza.

En conclusión: no puede ningún lector quejarse. El melancólico, el risueño, el simple, el discreto, el grave, el prudente, todos tendrán ocasión de ser invitados a la risa, no enfadarse, admirar la invención, apreciar la gravedad, o alabar su prudencia. Tómese el lector su tiempo, no le tenga miedo al Quijote , ni siquiera tiene que leerlo de un tirón y todo a la vez. Puede comenzar viajando por sus capítulos, familiarizándose con su lenguaje, incluso cambiando el orden de lectura. Puede dejarlo si le cansa y volver en otro momento. Reirá, seguro, con el episodio de los batanes o con Maritornes en la Venta, llorará con el regreso desde Barcelona hacia su lugar o aldea. Créame el lector que si le concede tiempo y sosiego no habrá cosa que más le guste. La vida toda al alcance de una lectura.

Una vez hechos con el libro hay que procurar que su extensión y lenguaje del siglo XVII no nos abrume. Por lo tanto hay que tomarse tiempo, plantear su lectura como una aventura de entretenimiento que puede durar semanas, no como un deber sometido a examen que haya que aprobar a la primera. El propio Cervantes ha imaginado en el Prólogo y luego en el capítulo 32 de la Primera Parte, que como toda obra tendría distintos lectores: el más culto y el menos culto, el melancólico y el risueño, el simple y el discreto. Porque es un libro con muchos registros: uno puede reir con él (sugiero la aventura de los batanes, capítulo XX) admirar un razonamiento como el que tiene don Quijote sobre su amor por Dulcinea (capítulo XXV), asistir a un diálogo sobre la educación de los hijos (el del Verde Gabán, capítulo XVI de la segunda Parte) o incluso leer pequeñas novelitas que Cervantes metió en su obra, como la del Curioso impertinente (capítulos 33 al 35 de la Primera Parte). Por eso aconsejo que nos desnudemos de la obligación de leerlo de pe a pa, y de una sola vez. El Quijote tiene la ventaja de que es una novela a la que puede entrarse por capítulos distintos, en una aventura discontinua, que nos haga disfrutar de situaciones, pero también conocer un prodigio de lenguaje, y mucha, mucha humanidad. El Quijote no precisa ser leído completo para que un lector pueda disfrutar con su humanidad, porque la tiene a cada página, y es preciso que lo grandioso del conjunto no nos oculte este primor de poder alcanzar en páginas distintas, la soberbia manera como la naturlaeza humana es asaltada por Cervantes con una mirada graciosa, tierna, conmovida, satírica.

Porque siendo fundamentales, no hay sólo don Quijote y Sancho y libros de caballerías. El amor, la libertad, los ideales del gobierno de una insula, los desengaños de la edad, los pícaros de los caminos, la pureza (o impureza) de las intenciones. Todo el espectáculo de la vida humana puede verlo el lector en sus paginas, aquí, allá, brotando de continuo en ellas. Aseguro al lector que se divertirá, y que este libro le hará mucho bien, no por lo que tiene de monumento, sino por lo que tiene de profundamente humano.