Internet como el todo

Pensar que, antes o después, se encontrará en el mismo escenario todo aquello que ha sido creado es algo más que una entelequia: es un pensamiento, a menudo una necesidad, casi recurrente. No sé si el origen y el final de las cosas, de lo creado, se halla en el todo, en la unión de lo visible e invisible, en la convergencia de lo real e irreal, en el conjunto en definitiva. El intercambio y la simbiosis de pareceres y experiencias constituyen la clave del éxito.

Dentro del conocimiento relativo, esto parece acercarse con determinación a la realidad. Es así de simple. La sofisticación de las tecnologías comunicativas, de la información que se brinda en esta aldea global en la que nos hallamos, nos confirma en el hecho de que estamos en una especie de comunión que estrecha lazos y que nos adivina parte de un todo quizá único. Hay bosques, creo que por el Canadá, con cientos de hectáreas, cuyos árboles tienen sus raíces interconectadas. Es como si fuera un único cuerpo con muchas realidades, todas como una única, en definitiva.

De este modo, en comandita, entrelazados, veo yo lo que supone la revolución de las nuevas tecnologías. Estamos en un barco que compartimos, y la idea es optimizarlo desde lo común, procurando un equilibrio sincero, grato, compaginado con la mejor intención. Es posible que el lazo que nos convierte en una única nave no siempre se vea, pero está ahí.

Ajustemos, pues, las miradas, que han de atravesar realidades complejas o visiones aparentes para ubicarnos en esa perspectiva que nos invite a advertirnos como la comunidad virtual y real que somos. Esa mirada nos ahorrará soledades, nos permitirá ir más deprisa en los avances societarios y hasta tecnológicos, y evitará todo tipo de conflictos, pues la comunicación, según entendemos, será mayor.

Los progresos del ser humano se han registrado, en todo momento y lugar, gracias a los trabajos en equipo. Lo que ahora cambia radicalmente es que antes el grupo humano se veía, se palpaba visiblemente, y en la actualidad es una comunidad que existe pero que no se toca físicamente (al menos, no siempre se materializa). Se sabe que existe porque estamos compartiendo intereses en lo económico, en lo social, en lo político, en lo personal, en lo profesional, en lo cultural también, en todos los niveles, juntos o cada uno por su lado. En definitiva, y éste es el punto bueno, buenísimo diría, lo que se consigue es acercarnos a cuestiones que antes nos llevaban más tiempo o que no podían darse por la existencia de obstáculos físicos o temporales, o bien por la falta de la suficiente mediación, que sí existe actualmente por obra y gracia de las nuevas tecnologías.

Un beneficio conjunto en comunicación

Tenemos suerte con la época que nos ha tocado vivir. Podemos experimentar eventos que antes no eran ni imaginables. La base es la ciencia, pero su optimización depende de lo que nosotros nos propongamos de verdad. Lo que ocurre es que como hay tantas posibilidades hemos de superar la idea de los porcentajes que nos dejan en probabilidades y sacar ese provecho supremo en bien de todos, un bien que tanto demandamos y que decimos que tan agradables resultados nos pueden permitir cosechar. La comunicación es un hábito, es fruto de la costumbre. Por ello, si queremos que ese flujo sea societario hemos de abordarlo de una manera constante, implicando a todos y disponiendo la necesidad de que nos veamos en ese trance para un beneficio conjunto.

Estamos en red, al menos en potencia, unos más que otros. El objetivo cercano, directo, o, cuando menos, a medio plazo, es que esa opción para todos sea real también para la mayoría, sin olvidar la opinión de los sectores minoritarios, que, asimismo, precisan de mecanismos de apoyo y de corrección de las carencias o déficits que se puedan suceder.

La vida es la antítesis de la soledad, y, en este sentido, las nuevas tecnologías, los logros técnicos, nos arropan para salir de ella y para compartir desde el avance paulatino de los diferentes miembros y/o sectores de la sociedad. Ir de la mano de ese compendio de la comunicación o de su proceso, que se llama Internet, es casi un milagro en el que no solo hemos de creer: hemos de practicarlo. No olvidemos que lo que no se ejerce es como si no se tuviera, como si no existiera de verdad. No permitamos que algunas parábolas de lo que puede ocurrir se conviertan en paradojas por una falta de perspectiva. Desde la mesura de la historia, y procurando hallar a todos, nos hemos de mover en ese campo, con una dirección decidida, clara, compartida.