dispublicitados

“Estamos comportándonos como si pudiéramos hacer uso de cuatro planetas como la Tierra”

(Javier García López, autor del libro “Dispublicitados”)

 “Todos los partidos políticos hacen uso de las herramientas publicitarias, unos mejor que otros”

 Por Rosa de Bustos (Prensa UNE)

“Dispublicitados. Los efectos (ideológicos) de la publicidad”, de Javier García López, es un libro publicado recientemente por Editum (Ediciones de la Universidad de Murcia).

Se trata de una publicación que ofrece preguntas y respuestas sobre las potencialidades ideológicas de la publicidad y brinda al lector menos habituado al ámbito teórico de la publicidad una herramienta que le posibilita adentrarse en una nueva perspectiva de interpretación de los relatos publicitarios.

Javier García López es doctor en Comunicación, máster universitario en Crítica y Argumentación Filosófica, especialista en Epistemiología y Gnoseología, especialista en Comunicación Insititucional y licenciado en Publicidad y RR.PP. Desde 2010 es profesor en la Universidad a Distancia de Madrid. Colabora habitualmente en diferentes diarios y en televisión, donde ofrece sus investigaciones de un modo divulgativo.

-P. ¿Quiénes son los dispublicitados?

-R. Son personas que están atrapadas en una sociedad consumista por el miedo a quedarse marginadas si cambian su conducta a otra más respetuosa con el ambiente y con las relaciones sociales.

-P. Dice usted que la publicidad conforma un discurso ideológico que propone pautas de vida. ¿Cuáles son los valores de ese discurso ideológico?

-R. La publicidad está sostenida por un discurso ideológico, porque le dice a las personas, de un modo oculto o velado, cómo han de comportarse. La mayoría de personas consumen sin pararse a pensar cuáles son los efectos de esa conducta irracional. Y lo hacen porque así ha de ser. Precisamente porque esa es la ideología, una ideología propia de quienes pretenden obtener beneficios con la producción y el consumo crecientes, aunque sea a costa de una crisis socioecológica brutal.

-P. ¿Y cuáles las pautas de vida que propone?

-R. La publicidad convencional incita a desear lujos, a cambiar de teléfono móvil cada seis meses… a una vida consumista e individualista. No son discursos que reparen en el daño que se les hace a otros humanos con la producción de los aparatos electrónicos. Por ejemplo, en África, la gente muere en ciertos yacimientos para que los occidentales tengamos esos aparatos.

-P. Según usted,  por medio de discursos ideológicos la publicidad crea además sistemas de diferenciación social. ¿Cuáles son esas diferencias sociales?

-R. Se producen diferencias sociales en el momento en que un anuncio muestra condiciones de vida mucho mejores de las que suelen tener la mayoría de ciudadanos. Y además se invita a desear esas condiciones de vida, a pesar de que son inalcanzables para la mayoría.

-P. ¿Hasta qué punto el consumidor actual es dependiente de la publicidad? ¿En qué sectores o grupos de población tiene una mayor influencia?

-R. La publicidad es una herramienta del sistema de producción y consumo crecientes. Pero es, quizá, la herramienta más importante. Todos somos susceptibles de ser dispublicitados. Lógicamente, los cerebros de los niños están en formación, por ello son ellos las víctimas preferidas.

-P. ¿Cuáles son los efectos más perversos de la publicidad para una sociedad democrática?

-R. El efecto más perverso de la publicidad en una sociedad autodenominada democrática es, precisamente, hacer creer a los individuos que viven en una sociedad democrática. En realidad, la mayoría de sociedades occidentales se desenvuelven en democracias delegativas (no representativas, como se tiende a considerar) gestionadas por élites económicas financiarizadas.

 -P. ¿Y los más benéficos?

-R. Existe un beneficio aparente que es el de la cohesión social. Los relatos que forja el sistema provocan conductas homogéneas, lo que ofrece una sensación de conjunto, de ir todos a una. Esta sensación de cohesión puede entenderse como beneficiosa, aunque en ocasiones también puede ser negativa.

-P. ¿Hay una publicidad alternativa, una publicidad responsable?

-R. Pueden existir discursos disidentes que nos persuadan de que otra vida es posible. Una vida mucho más amable con la naturaleza y con nosotros mismos. Ese tipo de comunicación puede convertirse en una “publicidad responsable”, siempre que no esté al servicio de unos pocos, sino todo lo contrario, al servicio del colectivo, de las relaciones sociales sanas, de la educación, de la preservación del ambiente.

 -P. El programa electoral de Podemos ha suscitado mucha polémica. ¿Cuál es su valoración?

-R. Supongo que se refiere al programa tipo Ikea. El asunto no es cómo se transmitan las ideas, sino lo que transmitan. Si lo que difunden es más respeto al medio ambiente, más respeto hacia las personas como colectivo y menos mirar a los beneficios económicos de unos pocos, bienvenidas sean esas ideas. Eso sería publicidad “de la buena”. En cualquier caso, todos los partidos políticos hacen uso de las herramientas publicitarias, unos mejor que otros.

-P. ¿Qué otros partidos usan los recursos de la publicidad y cómo?

-R. Como he comentado, todos los partidos políticos utilizan las herramientas publicitarias. El problema no es el uso de la herramienta, sino para qué se utiliza. El problema no es tener un martillo en casa, sino utilizarlo para hacer daño. Vivimos una época crucial para el devenir de la humanidad. Estamos comportándonos como si pudiéramos hacer uso de cuatro planetas como la Tierra (sobrepoblación, contaminación, individualismo) debido a la producción y al consumo crecientes. Los políticos profesionalizados no han de dejarnos solos en este reto. Para ello es necesaria más “publicidad de la buena”.