Cuando el historiador es la estrella

Vilar ha sido casi un mito para los que tuvimos ocasión de enterarnos, a través de sus escritos, de realidades más o menos veladas sobre la reciente historia de España; ¡Un extranjero que sabía más de nuestra realidad inmediata que nosotros mismos!

Hablando con él, el mito, como todo lo desconocido cuando pierde su carácter misterioso, se diluye para dar paso a algo aún mejor: una persona comprensiva y conversadora, cuyo abrumador dominio del tema no le lleva a hacer juicios de valor absolutos y a la que el paso del tiempo no ha hecho más que proporcionar -aún más- equilibrio y claridad en todos los temas, lejos de la arrogancia y el persona lismo, tan peligrosos ambos en los historiadores.

Pregunta: Señor Vilar, su estancia en Murcia está motivada por su par ticipación en un seminario organiza do por el Aula de Humanidades de la Universidad sobre “Agua y modo de producción”. ¿En qué medida puede influir el agua en los acontecimientos históricos?

Respuesta: Yo creo que se ha olvidado un poco, cuando se ha estudiado tanto la propiedad del hombre sobre el hombre, la propiedad del hombre sobre la tierra, el socialismo, el capitalismo, etc., y a menudo se olvida que el agua es también un elemento importante del modo de producir, además de ser también un instrumento. Al estudiar determinados hechos, hay que saber quien dispone del agua, quien la puede alquilar, quien la puede tener a su disposición, etc. Eso, naturalmente, se ha estudiado, pero no he encontrado un estudio sistemático, que es lo que hemos intentado hacer en este coloquio, en la medida lógicamente de nuestras posibilidades.

 

P: Los primeros historiadores es taban involucrados con frecuencia con el rey, el emperador, etc. En la actualidad, la era de la comunicación y la información, en la que todo es tá profundamente imbricado en un cúmulo de intereses, ¿Piensa usted que el historiador es más libre que en otras épocas, o por el contrario está mas condicionado por todo ello?

R: Según lo que entendamos por historiador. Los que usted ha descrito, que formaban parte del séquito de los reyes, emperadores, etc., eran cronistas, no eran propiamente historiadores. Ya en la antigüedad había historiadores; Polibio por ejemplo es un hombre que analiza, que describe los modos de poder y que dice que en un sitio determinado había tal régimen político, o que ha podido cambiar por tal causa… Yo encuentro que en este caso podemos hablar de un historiador e incluso de un sociólogo.

Tal como yo lo entiendo, el historiador es un hombre que analiza la realidad, y que no se contenta con contar los hechos a base de una visión oficial o de su propia visión, y que además intenta conocer no solamente los hechos, sino también los fenómenos. Este tipo de historiador es algo no exactamente nuevo, puesto que hay ejemplos antiguos, pero hace prácticamente un siglo nada más que se tiende a hacer esto.

Por otro lado hablaba usted también de los medios de comunicación. Yo encuentro que tienen una mala influencia sobre la Historia , porque a menudo hacen creer a la gente en una cierta visión errónea de la misma. Por poner un ejemplo, en los medios franceses, hay dos o tres señores con mucho talento y gran inteligencia, pero que cuentan un día la historia de las queridas de Luis XIV, de si el señor tal, mató a tal otro… Todo esto no me importa, aunque muchas veces resulte enormemente interesante, y hace pensar a la gente que la historia es eso.

Otro tipo de historia practicado por los medios de comunicación que a mí me causa consternación, es la historia como adivinanzas, con preguntas como ésta: el día que murió tal señor… Eso tampoco es Historia, pero la gente comenta “Hay que ver la Historia que sabe este hombre”.

Realmente yo pienso que los medios tienen esta influencia negativa por el concepto de Historia que imprimen en la mentalidad de la gente más que por lo que hablan de ella.

 

P: ¿Cómo se inició en usted el in terés por la historia de un país que no es el suyo?

R: Yo creo que esto es algo que se da con frecuencia. Cuando se intenta aproximarse a la historia del propio país, se está más interesado en la manera de contar y de entender los hechos. En cambio, al acometer la historia de otro país, puede que haya cosas que no se entiendan, pero al mismo tiempo se plantean cuestiones que no se plantearían para estudiar el país propio. Francamente, yo creo que para llegar a una concepción general de la Historia , muchas veces es mejor mirar lejos del propio entorno.

 

P: Para usted, entonces, el estudiar algo desde fuera ayuda a ser más ob jetivo…

R: Exacto. Yo cuento muchas veces que cuando comenzó mi interés por España, concretamente por Cataluña, yo era geógrafo, y los geógrafos, lógicamente han de ver lo que pasa más allá de las fronteras suyas; el caso es que un profesor me aconsejó que en lugar de estudiar mi propio país, pasara los Pirineos, y viera el centro de Barcelona. Más tarde, me hice historiador.

 

P: España es un país de contrapo siciones, ideas divergentes y giros bruscos, y así lo expone usted en su magnífico libro de “Historia de España”. Tal es así, que las constitu ciones y las ideologías predominan tes en cada época se ha dicho que cambian como un péndulo, es decir, a épocas de gran libertad, por desgra cia las menos, siguen dictaduras férreas de golpe. ¿Por qué cree usted que ocurre esto? ¿Forma parte aca so de la idiosincrasia de los españoles?

R: Por lo que acaba de decir, usted no habla de la historia de España en general, sino de los siglos XIX y XX. Efectivamente, esta contraposición entre épocas de dictadura y de libertad, es algo típico en esos siglos, pero no solamente en España, sino en muchos países, hasta en Francia. Allí tuvimos la Restauración hasta 1830, después el II Imperio, etc. En este sentido, yo creo que en Francia hemos tenido tantos altibajos como en España, sin embargo, no se ve tanto. Naturalmente, yo creo que la última Guerra Civil fue algo tan profundo y dramático que ha marcado mucho. Yo creo sinceramente que las guerras del siglo XIX eran menos graves: Cuando se pasaba de Espartero a Narváez no era un drama tan intenso. Yo pienso que esta dicotomía no es una de las características de España; ahora bien, hay que reconocer que si han habido esos cambios tan bruscos en la España de los dos últimos siglos, es porque España estaba bastante en crisis, primero por su desarrollo desigual, porque habían regiones que estaban casi al nivel de desarrollo que en Francia, pero había otras en las que uno se creía en la Edad Media. Es evidente que hubo al mismo tiempo entre regiones de España y entre clases so­ciales graves desequilibrios. Un aristócrata español a principios del siglo XX se parecía bastante a un aristócrata español del siglo XVIII; un campesino de Extremadura de los años 30 parecía salido del siglo XIII. La religión, el arte, todo parecía demasiado atrasado en relación a su propio tiempo. Otras regiones, como por ejemplo Cataluña, y en especial Barcelona, daban impresión de modernismo. Estos eran los desequilibrios que producían los grandes contrastes que después llevarían a las luchas.

 

P: Ha aludido usted a nuestra Guerra Civil, un tema que nos ha afectado incluso a los que hemos na cido posteriormente a ella. Actual mente hay mucha información sobre esta contienda a base de programas de televisión, estudios que siguen apareciendo, etc. ¿Usted cree que to do eso es positivo para olvidar y lle gar a superarlo, o más bien lo contrario?

R: En realidad es un problema que me he planteado hace poco, porque he constatado, como usted me dice, la gran cantidad de información sobre la Guerra Civil. Todos los días aparece un libro, continuamente se hacen películas sobre el tema, etc. Salvando las distancias, esto me recuerda los sucesos de la Comuna en Francia, que han producido en mi país una cantidad fabulosa de libros, y hasta hace poco era frecuente la aparición de obras nuevas. Aunque sean dos cosas distintas, son dos hechos muy importantes que han sucedido y, naturalmente, no se pueden borrar. Los sucesos españoles fueron, por supuesto, mucho más trágicos, porque dieron lugar a tres años de destrucción y fue algo que interesó al mundo entero, pero yo siempre he dicho que en un caso así, la cosa no se debe olvidar, se debe explicar. No se debe tampoco decir que éstos o aquéllos tenían razón, sino decir que éstos tenían sus razones y los otros tenían las suyas, analizar y entender cuales eran las razones de unos y las de los otros. Se trata de algo que ha interesado incluso a los que lo vivieron desde fuera. En Francia, por ejemplo, sabíamos perfectamente no sólo lo que pasaba, sino lo que iba a pasar: que una vez terminada la de España, estallaría la Guerra Mundial , que nos interesó a nosotros… ya sabe hasta qué punto.

 

P: Se habla con frecuencia del vie jo tema de las dos Españas, ¿Usted cree que existe aún esa dicotomía?

R: Sobre esto he hecho alusiones en una comunicación que me han pedido en la Universidad de Barcelona. Yo había defendido que en el fondo, la Guerra de España era una lucha de clases, a lo que el señor Cebrián me replicó en ‘El País’ que esa postura estaba muy bien para un extranjero, pero que en el fondo, la Guerra de España, en España, era la guerra entre la vieja y la nueva España, entre libertad y dictadura, etc. Yo creo que no, evidentemente, había una ideología de un lado, y otra ideología de otro, pero también varias ideologías en ambos lados, no existían únicamente dos, y no era una guerra ideológica, sino una guerra para oponerse a la Reforma Agraria , a los miedos que se tenía a la Revolución , había un espíritu revolucionario de un lado y un espíritu conservador de otro, pero decir que era la España de la Libertad contra la España de la Dictadura , francamente, no encuentro que eso sea una explicación.

 

P: Por último, señor Vilar, se asis te en estos momentos en el mundo, al cuestionamiento de la importancia de las ciencias humanas en la forma ción de la persona. En la enseñanza española concretamente, se está ha blando de la restricción de determi nadas parcelas, fundamentalmente, de la historia, ¿Qué piensa usted so bre ello?

R: Si se entiende por Historia la historia tradicional, clásica, donde se decía “Vamos a contarles la historia de nuestro país desde la prehistoria hasta la historia, pasando por la monarquía…”, esta forma de historia, como pura narración de hechos, teniendo detrás en realidad muchos presupuestos ideológicos, aunque teóricamente huya de ellos, yo no estoy categóricamente en contra de ella, hay datos que se deben de saber, pero este tipo de historia, olvidaba con frecuencia la situación histórica de otros países que no fueran el propio.

Yo pienso que la educación histórica, la educación sociológica, debe hacerse, pero fundamentalmente, como un análisis, explicación, conocimientos generales, etc., evitando la narración seguida, tal y como se hacía hasta no hace mucho. Tanto el hecho de suprimir la historia en los estudios, como volver a ella tal y como se estudiaba a principios de siglo, constituyen grandes errores.