Entre el escepticismo y la esperanza

A finales de marzo, el Profesor Aranguren estuvo en nues tra Universidad, donde pronunció una conferencia sobre “Ética y Paz”, además de participar en directo en el programa Radio Universidad, en el que, junto a representantes estudiantiles uni versitarios y de Enseñanzas Medias, analizó la “movida” es tudiantil y juvenil. La huelga del transporte público permitió que el Profesor se quedara un día más entre nosotros.

APROVECHAMOS LA Ocasión para hablar con él sobre diversos temas: la universidad, los jóvenes, la política, la ética, etc. ESTA ENTREVISTA Es fruto de esos diálogos, desarrollados a lo largo de dos días y medio. Así mismo, pudimos compro bar la popularidad de Aranguren entre los murcianos, y llega mos a la conclusión de que al Profesor le gusta Murcia y que a Murcia le gusta el Profesor.

 

Pregunta: Profesor Aranguren, ¿qué diagnóstico hace Vd. de la Uni versidad española en la actualidad? ¿Cuál es la función que desempeña la Universidad?

Respuesta: El diagnóstico, digamos, estrictamente cultural que yo hago de la Universidad española hoy es relativamente pesimista. Es relativamente pesimista porque la Universidad, por parte del profesorado con todas las excepciones que quieran se han convertido en algo estrictamente, o casi estrictamente, funcionarial; se ha burocratizado enormemente y no cumple, en la medida que debería ni mucho menos, la función cultural que tendría que cumplir.

Por otra parte, la Universidad misma, tradicional, está en crisis por esa oposición entre la cultura tecnológica y la cultura más propiamente universitaria que, sobre todo en Europa, ha sido humanística o neo-humanística. Así, la figura que hoy preva lece en EE. UU. es la del instituto tec nológico; y en esos institutos tecnológicos es verdad que subsiste la enseñanza de las disciplinas humanísticas, pero como algo subordinado. De modo que soy un poco pesimista, como digo, respecto de la función estrictamente, propiamente, cultural de la Universidad. Pero en cambio soy optimista respecto de la función política de la Universidad.

En una época como la nuestra, en España, en que han entrado muy en crisis los partidos políticos, y muy particularmente los partidos que tienen opción de gobierno -pienso en el PSOE en primer lugar, pero también en partidos como el CDS-, en una época como ésta en que la gente no cree en los partidos políticos (sobre todo, los jóvenes, sumamente escépticos y reticentes a los mismos), es menester arbitrar otros cauces que son los mo vimientos sociales: el movimiento por la paz, el movimiento ecologista, el movimiento feminista, pero también, evidentemente, el movimiento universitario.

La Universidad les presta a los jóvenes universitarios un cauce para efectivamente democratizar la Sociedad. Creo que esa función universitaria, aunque no sea la estrictamente cultural, es una función que vuelve otra vez a recuperar vigencia. En los años 60, antes de nuestra separación de la cátedra, la Universidad cumplía las dos funciones, porque estaba bastante bien para las posibilidades españolas en cuanto a la función cultural, pero representaba también, frente a las autoridades académicas, la función política. Hoy quizá va a ser difícil que la Universidad recupere la función cultural, pero en cambio vemos que la política, en amplio sentido, ya la está recuperando. Y es muy reconfortante que eso ocurra.

 

P: Los jóvenes han empezado a re­ cobrar un importante protagonismo desde hace un año y medio aproxi­ madamente; primero con las movili­ zaciones anti – OTAN y más tarde con las movilizaciones estudiantiles. ¿Qué significado socio-cultural, e in­ cluso político, tienen las actuales mo­vilizaciones juveniles en general y las estudiantiles en particular?

R: Tienen, en efecto, una significación sumamente importante. Antes me estaba refiriendo a la importancia que tuvieron los movimientos estudiantiles en los años 60; la Universidad española fue un foco de resistencia al franquismo. Pero hay ahora con respecto a aquella época una novedad muy positiva y que consiste en que se ha acortado la distancia entre los movimientos estrictamente estudiantiles y el movimiento juvenil. Antes había como un escalón que separaba a los jóvenes en general de los jóvenes universitarios. En relación a esto hay que reconocer a este gobierno el haber logrado una democratización de la educación, de la educación de masas en general, gracias a todas esas casas de cultura municipales que se han abierto. Y eso ha hecho que el joven universitario se sienta más cercano del joven no universitario y, viceversa, que el joven no universitario no se sienta inferior como ocurría anteriormente. Esto me parece sumamente positivo. Y el hecho de juntarse unos y otros jóvenes en movilizaciones ecologistas o por la paz, contra la OTAN, etc., me parece una gran promesa para un porvenir de la juventud en general, no compartimentada como lo estaba anteriormente entre jóvenes universitarios y jóvenes no universitarios.

 

P: ¿Cómo ve Vd. el funcionamien to del sistema democrático español, y, más en concreto, los cauces para la participación popular y la ética de los gobernantes?

R: Los cauces para la participación popular son, por ahora, sumamente insuficientes. Hace falta que nuestra democracia se convierta en una democracia verdaderamente participativa. Una democracia estrictamente parlamentaria, una democracia representativa, no es suficiente; mucho menos en una época como la nuestra, en la cual el Parlamento, y la mayoría parlamentaria, está completamente sometido al Ejecutivo. Había otra época -concretamente la época anterior a la eclosión de los fascismos, en la que todos los parlamentarios hablaban y hablaban con una cierta independencia respecto del Eje cutivo, respecto de su partido correspondiente; había como una pluralidad de posiciones dentro de cada partido. Entonces se decía que un Parlamento así era inoperante, que no servía para nada. Hoy hemos caído en el extremo opuesto. Un parlamento como el actual tampoco sirve para nada, porque está tan absolutamente sometido al Ejecutivo que lo mismo daría que una vez que se hacen las elecciones y se recuentan los votos de que dispone el Gobierno, los parlamentarios se marcharan a su casa, lo cual naturalmente ahorraría muchos gastos. Así se comprende el nivel de absentismo de los parlamentarios, sobre todo los de la derecha. Y además, se sabe que los parlamentarios van a votar lo que les diga la dirección de su partido en virtud de ese cooperativismo tan fuerte que tienen hoy los partidos políticos.

Me habéis preguntado sobre la ética de los gobernantes. La verdad es que los gobernantes actuales hacían mucha gala de la ética cuando no estaban en el Gobierno, sino en la oposición. Pero una vez que han llegado al Gobierno han subordinado la ética al realismo político, al maquiavelismo político, a la “real politik”, o como se quiera llamar. Ahora no hacen apelaciones a la ética. Por ejemplo, es curioso el cambio radical de un Felipe González, que antes era el opositor eticista por excelencia, y ahora hace discursos completamente tecnológicos. La ética no aparece absolutamente para nada. Seguramente asesorado por su equipo tecnológico, Felipe González, construye unos discursos completamente fríos, supuestamente técnicos y ni siquiera muy políticos. Me parece que la manera actual de expresarse el Presidente del Gobierno supone un giro curioso.

 

P: ¿Ve usted algún otro defecto o al­guna otra virtud en el funcionamien­ to del sistema democrático español?

Defectos sí tiene; muchos. En cuanto a las virtudes, no veo que esté aportando nada verdaderamente de frescor, de calidad democrática, de intervenciones libres. Por ejemplo, ese funcionamiento en las listas electorales, que son completamente cerradas, y esa disciplina rígida de partido, me parecen sumamente antidemocráticas; no creo que sean una contribución importante a un sistema verdaderamente democrático. Convendría que se multiplicasen las posibilidades de que dentro de cada partido se expresen líneas diferentes, no enteramente divergentes, puesto que eso no puede ser dentro de un mismo partido, pero sí distintas opiniones.

 

Una anécdota y una visión sobre el agua y el vino

Os contaré una anécdota que me pasó hace unos años. Estuve en el estreno de la presentación de esa obra de Lope de Vega que se llama “Los locos de Valencia”, pues soy amigo de Marsillach, que fue quien me mandó la invitación para el estreno, y cuando se terminó la representación fui a recoger el coche al aparcamiento donde lo había dejado. Yo llevaba el programa de la obra en la mano, y observé que el cobrador del aparcamiento hablaba con otra persona que decía algo así como “Sí, sí…, pero no sé”; yo entendí que se preguntaban acerca de quien era yo, y pensé que me reconocían y no se acordaban de mi nombre. Entonces, el del aparcamiento dijo: “Sí, es Lope de Vega”. Y es porque yo llevaba el programa que decía “Los locos de Valencia” de Lope de Vega; el asunto me hizo gracia, pero no dije nada. Pero el del aparcamiento me dijo: “-¿Ha estrenado Vd. una obra?”. Yo respondí: “-No, no, yo no soy Lope de Vega. Es que he estado en una representación de una obra suya”. Así que esta persona me convirtió, ni más ni menos, en Lope de Vega.

 

P: Profesor Aranguren, háblenos un poco sobre el agua y el vino.

R: Yo, durante muchos años, no he tomado nunca agua; no tomaba más que vino, y si me preguntaban, decía que el agua no es potable y que sólo sirve para uso externo, para lavarse. Por eso no bebo nunca agua, ni en las conferencias ni en nada. Pero luego los médicos te dicen que tienes que beber agua, y últimamente tomo un poco como medicamento, pero no me gusta nada.

 

P: Y el vino, ¿tiene alguna cuali dad importante?

R: Hombre, pues el vino, claro. El vino es buenísimo. Fijaos que cuando se dice que un vino es bueno, se dice que es generoso. El máximo elogio que se le puede hacer a un hombre es decir que es generoso. El buen vino es, pues, como el hombre: generoso.

 

P: ¿Y cómo son las mujeres?

R: Las mujeres son estupendas.

Naturalmente, el diálogo lo distraíamos bebiendo vino murciano. Salud.