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Mítico José Lucas

 El Minotauro, protagonista de su última exposición

Como si de un reciclado y colorista Teseo se tratara, José Lucas se ha propuesto desentrañar el mito del Minotauro en su nueva exposición, utilizando como particular hilo de Ariadna un nutrido grupo de obras que expone en el palacio Almudí y en la Sala de Verónicas. ‘ Minotauro’ es un retorno de José Lucas a su terreno más vital y colorista. El regreso del pintor a un territorio pleno de luz donde la pasión y el hedonismo más optimista se entremezclan.

Pero el artista no se queda en la simple plasmación de esta figura mitológica. Su figura y tratamiento da pie a Lucas para enfrentarse con muchas de sus obsesiones, pasiones y dudas. No en vano, la pintura es para José Lucas una manera de abrir caminos, de enfrentarse a esas eternas cuestiones de difícil respuesta que el ser humano se ha planteado desde el comienzo de los tiempos. La fascinación por la figura del Minotauro es algo que ha rondado a este artista desde hace tiempo, incluso desde antes de estrenar su anterior serie de pinturas –‘Retablo de la lujuria’-. Pero ha sido en los últimos años cuando esta fijación ha tomado cuerpo, encarnándose en formas y colores.

Y lo ha hecho a lo grande, como a este pintor le gusta. Cuando nos sentamos en una de las escalinatas del Palacio Almudí para conversar sobre su obra -en vísperas de la inauguración de la muestra-, en medio de esas enormes imágenes del Minotauro, es difícil no sentirse impresionado, casi sobrecogido por su majestuosa presencia. El híbrido ser nos acecha en las más variadas posturas desde una altura considerable. Monumentales imágenes, plenas de color, y en posturas casi paroxísticas, ante las que es difícil no sentirse empequeñecido, vulnerable, a merced de este inquietante personaje que Lucas nos presenta retador, amante y propenso al placer sin límite.

En medio de la gran sala, unos operarios van confiriendo sentido a una gigantesca estampa, ensamblando poco a poco unas enormes tiras de madera de cuya conjunción va naciendo una imagen pletórica y llena de fuerza.
Son 14 metros de cuadro, con una altura que no sería capaz de alcanzar el jugador de baloncesto más ágil. 14 metros de imagen llena de sensualidad, fuerza y poder de sugestión: el Minotauro copula con su propia madre, Parsifae, con toda la pasión que se le presupone a este ser, en medio de una naturaleza exuberante. Todo en la imagen está supeditado al placer, a un marcado hedonismo del que es difícil sustraerse.

Profundizando en el mito
José Lucas ha profundizado en la leyenda del Minotauro. Durante muchos años ha leído todo cuando ha caído en sus manos de este ser mitológico. Pero su intención trasciende la de la propia leyenda: “No quería quedarme en la mera anécdota del argumento del Minotauro. Lo que pretendía era convertir esta fábula en pura pintura”. “Ese era mi compromiso –añade-. Desde esta perspectiva abordé el Minotauro. Me he acercado al mito como consecuencia de las lecturas que he llevado a cabo y del poso que ha dejado en mí”.

Una obra basada en la reflexión, plasmada en un ambicioso proyecto que ha obligado al artista a una concentración máxima durante una larga temporada: “A lo largo de su ejecución, cuando he querido desintoxicarme de este proyecto, lo he alternado con temáticas libres muy ajenas al Minotauro”
El resultado final puede verse ahora en el Palacio Almudí y en la sala de Verónicas. Un resultado que posiblemente no coincida plenamente con lo que José Lucas se planteó en un principio, pero que supone, en todo caso, la culminación de un proceso reflexivo y de creación: “No sé si quería este resultado concreto, pero tengo muy claro que en arte los propósitos no cuentan. Sólo los resultados. Lo que he hecho finalmente ha sido interpretar el mito como hombre del mundo que soy. Eso es, en definitiva, lo que he hecho siempre a lo largo de mi vida de pintor: ofrecer mi interpretación del mundo”.
Con la nueva exposición apenas puesta en marcha, el pintor ya se plantea nuevos retos: “Minotauro me ha abierto otras perspectivas, otras visiones, otras apetencias, que han acabado por inspirarme la que será mi siguiente fase: ‘Bestiario’. Todo los conceptos caben aquí: desde la abstracción hasta la figuración, el surrealismo…”. De forma paralela, el artista se encuentra ya trabajando en otra serie, ‘Retablo de Venus’, que consistirá en una serie de desnudos femeninos de proporciones considerables.

Sexo y arte
El Minotauro es el símbolo de la potencia sexual masculina. El sexo es fundamental en la obra de José Lucas: “No conozco ninguna faceta de la vida que no esté dirigida al sexo. Incluso lo que aparentemente está más alejado, está en realidad muy cercano a él. La vida sería imposible sin sexo. Como lo sería sin oxígeno o sin alimentos. El sexo es algo fundamental en la persona, de alguna manera configura su personalidad como individuo”.

No obstante, el desnudo del Minotauro no está dirigido al sexo en sentido estricto: “El Minotauro es símbolo de vida. Es el perdedor, el defenestrado, el apartado de una casta que va siempre hacia el laberinto, hacia la muerte. El Minotauro es sobre todo la potencia física, y, dentro de ésta, la potencia sexual, pero no únicamente. Se trata de un generador de vida”.

José Lucas asegura estar desprovisto de prejuicios, de cualquier clase de atadura moral, social o religiosa que coarte su libertad como individuo y, por extensión, su capacidad para enfrentarse al mundo e intentar plasmarlo en un lienzo: “detesto la práctica de las religiones, pero sin renegar de la profunda sabiduría que encierran, de su estudio, de su filosofía, del concepto mágico y misterioso que poseen. No tengo nada contra eso. Huyo de todo cuanto encierra una doctrina. No quiero nada que coarte el sentido de la libertad”.

“Esa es la razón –asegura- por la que puedo abordar con el mismo sentimiento desde unos desnudos a un paisaje o una naturaleza muerta. En un cuerpo desnudo no tiene por qué existir una intencionalidad sexual, sino una admiración por la belleza. Teniendo en cuenta, no obstante, que la figura que considero como eminentemente principal dentro del desarrollo de la vida es el cuerpo de la mujer”.

Personaje mediterráneo
Con el Minotauro, José Lucas cambia notablemente el registro con respecto a su exposición anterior. Mientras que ‘El retablo de la lujuria’ estaba elaborada a base de negros y realizada con grafito y barnices, aquí se da una apoteosis del color, una explosión de alegría, de optimismo. Podemos hablar de un retorno a las raíces de este pintor, a esa luz mediterránea que le envolvió durante sus primeros años de vida: “No puedo evitar llevar impresa en la memoria de mi retina las vivencias de la zona en la que me he criado, un lugar de huerta, agrícola. Soy un personaje mediterráneo y llevo en mí la luz de esta tierra. No puedo evitarlo. Soy absorbente y le debo mucho a lo que conocí en Murcia”.
Y es que, para Lucas, “el sentido del color no se aprende en las academias, es una condición innata”. El gran cuadro que preside la exposición representa un paraíso vegetal en medio de una gran algarabía de colores. El triunfo de la carnalidad. En él se muestra la relación del Minotauro con su madre Parsifae. Algo que, desde la perspectiva actual sería considerado como un incesto: “Aunque eso es aquí lo de menos. Pretendía representar esa copulación como yo la veo, como un mundo colorista, alegre, festivo, hedonista. He tratado de mostrarlo como algo luminoso. Eso exigía la presencia de color algo que, por otra parte, es habitual en mí”.

En cualquier caso, este Minotauro pasado por el tamiz colorista y vital de José Lucas, busca la complicidad del espectador, suscitar a quien la contemple evocaciones y dudas; sugerencias e incertidumbres: “Me gustaría que la exposición provocara preguntas. El hecho de que estén o no relacionadas con el Minotauro es lo de menos. Lo importante es que quienes la vean no se queden indiferentes”.

Si esto ocurre, José Lucas asegura que sentiría no haber conseguido el propósito que se marcó al hacerla: “Quiero provocar a la gente preguntas que sobrepasen las lindes del Minotauro en sí. El ser humano se crece desde el conflicto, desde las preguntas sin respuesta. El desafío está en que se les busque respuesta a través del arte, de la convivencia”…

Palabra de pintor: Buceando en el mito
Para acometer Minotauro me he documentado con todo lo que ha caído en mi mano. Muy especialmente con lo más creativo, que para mí es Borges, un escritor del que soy lector permanente.

Sin embargo, no sabría decir si este Minotauro está más emparentado con la leyenda clásica o con Borges, o con Bataille, que también ha escrito sobre el tema.

Mis lecturas han supuesto para mí todo un conjunto de asimilaciones. No podría decir si me han influido más unos autores u otros. Si ha quedado en el poso de mi sensibilidad con una mayor claridad Borges o el concepto clásico de Virgilio, o el de Homero. Todas estas referencias son válidas, y de ellas saco consecuencias. De alguna manera pueden estar implícitas en la exposición.

Las lecturas ofrecen complicados vericuetos y extrañas componendas. En esta exposición podrían estar presentes imágenes de escritores que no tienen nada que ver con el Minotauro, pero que abren ventanas, iluminan conceptos y provocan estados de ánimo determinados.

Intento que mis lecturas sean muy punteras. También me siento muy identificado con el mundo de Cortázar, de Poe, y con tantos y tantos mundos. También, por supuesto, con la poética de Virgilio, con la de Horacio, con la de Lucrecio… Me interesa mucho la cultura clásica. Creo que cuando alguien quiera hacer algo que posea unos visos de modernidad debe conocer antes la tradición. Sin conocer la tradición, difícilmente se puede tener un concepto claro de modernidad.

Resulta claro que el poso de esas lecturas está implícito en esta exposición. Pero también lo están mis viajes, los amaneceres que he contemplado, anocheceres, lluvias, puestas de sol, vientos, músicas… Todo influye en un hombre como yo. Me considero un espíritu poroso, intento absorber lo que me rodea y después sacarlo al exterior.

En realidad, lo que pintamos los pintores son vivencias que permanecen en el foso de unos recuerdos que no terminamos de controlar, pero que afloran en el momento que menos sospechamos. El espíritu de un creador es como el mar, que devuelve todo lo que no es suyo, pero transformado.