El día que Berlanga enseñó cine en la Universidad de Murcia

Berlanga, durante su estancia en la Universidad de Murcia.
El director del humor negro y la ironía sin límites, el ser que supo poner el espejo del humor para reflejar a los españoles tal y como éramos en una época gris y complicada, se nos marchó el pasado sábado 13 de noviembre dejándonos huérfanos del mejor cine español. La vida de Berlanga, el director que supo manejar a los actores como nadie y sacar el mejor partido de esas obras corales en las que tanto le gustaba sumergirse,  se fundió en negro para siempre, pero nos deja un legado cargado de obras maestras con las que consolarnos de su pérdida. “Esa pareja feliz”, “Plácido”, “Bienvenido Mr. Marshall” o “El verdugo” son algunos de los títulos inolvidables que  construyó a lo largo de una de las filmografías más estimulantes que ha dado el cine.
    Berlanga estuvo en la Universidad de Murcia, impartiendo sus conocimientos sobre el cine con esa locuacidad que le caracterizaba. Fue en mayo de 1988, en el salón de actos del Rectorado, en un edificio de la Convalecencia casi recién reinaugurado, donde habló sobre su obra y sus ideas sobre el cine ante un centenar de personas entregadas al maestro. Fue precisamente en la Universidad de Murcia, estando acompañado por miembros de la Revista Campus, donde el genial director recibió la noticia de su nombramiento como Académico de la Bellas Artes, convirtiéndose en el primer representante del cine en esta institución.
 
 La revista Campus publicó una entrevista con él, de la que reproducimos a continuación algunos párrafos:
 

  “En una época en la que el medio estaba dominado por la comedia bobalicona o la charlotada folclórica, Berlanga supuso la punta de lanza que rompió con todo el conformismo anterior y propuso un nuevo estilo que cuajó en un puñado de obras maestras, de las que “Bienvenido Mr. Marshall”, “El verdugo” o Plácido” son algunos ejemplos. Sin embargo, a pesar de su prestigio, es uno de los directores españoles con más proyectos sin realizar.

    ‘No creo –comenta al respecto- que esto tenga causas ideológicas, pues no he militado en partido alguno, lo que más ha irritado a la censura, y aún hoy día, cualquiera que sea la administración que haya en el poder, es la desacralización con que he tratado una institución tan antigua como la familiar, esto es algo que no perdonan’.

Berlanga, en un momento de la entrevista en la Universidad de Murcia.
A diferencia de otros directores, Berlanga siempre ha trabajado en los guiones de sus películas: ‘Considero el guión como una especie de seguro de vida que te salvaguarda de cualquier ofuscación o pérdida repetida de la improvisación, durante el rodaje, pero nada más que eso’.
Reconoce que a pesar de ser un hombre que trabaja con la imagen, le cuesta un gran esfuerzo visualizar la historia a medida que la escribe: ‘Sólo cuando digo motor y cámara empiezo a ver claro lo que será la película, aunque tenga ya pensado el lugar de rodaje y el decorado. Puede que todo esto sea consecuencia de mi carácter tendente a la improvisación, realmente lo que me gustaría de verdad es rodar una película totalmente improvisada, sin ni siquiera un guión’ y añade: ‘Parto de la nada y quisiera, en la medida de lo pasible, seguir rodando dentro de la nada, del caos, conseguir una especie de creación vegetativa’.
    La fase de elección de una próxima película de Berlanga es sumamente peculiar. Él y Rafael Azcona, su guionista desde hace casi treinta años, se reúnen en algún lugar bullicioso mientras comentan los pequeños incidentes que se producen ante ellos: ‘Este período lo hemos bautizado como comentaje, hablamos de lo que vemos, de lo que leemos en los periódicos… Hasta que de toda esta verborrea surge la idea y empezamos a plasmarla en el guión’.
    Y es que, conociendo a Berlanga, es difícil imaginarlo recluido en un lugar aislado, esperando hallar la inspiración: ‘Necesitamos sentirnos cerca de la gente, respirando ese ambiente’. Un ambiente que traslada con todo su bullicio, a las maravillosas historias que cuenta en la pantalla, unas historias corales donde los actores entran y salen continuamente en unos larguísimos planos: ‘Yo cuento vidas de antihéroes, de pequeños personajes que no alcanzan sus objetivos, y al actor lo dirijo en este contexto, sin motivarle, sin comunicarme con él, de lo contrario, al sentirse protegido, dirigido y al mismo tiempo animado, se mueve en un terreno peligroso que le hace reproducir tics poco naturales. Por el contrario, provocar en ellos la inquietud, la zozobra, produce una reacción que yo creo positiva’.
    Fueron días de una gratísima experiencia, de largos paseos por la ciudad, de deambular por un campus de la Merced que le pareció al director una zona tan humana y de una convivencia tan agradable que no dudó en calificarlo como un sitio en el que podría realizar un próximo guión junto a su inseparable Rafael Azcona. Nunca lo hizo, pero aquellas enseñanzas que impartió al centenar de alumnos del curso “Oficios de película” que organizó el Aula de Cine de la Universidad de Murcia, quedaron para siempre en la memoria de quienes tuvieron la suerte de compartir con él aquellas sesiones.