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Chano Lobato:”No sabría decir cuál es la esencia del flamenco, pero es mi vida”

P: Decía el poeta Luis Rosales que, cuando se llega a cierta edad ya no se canta con la garganta, sino con todo el cuerpo.
-R: Yo he llegado a cantar con fatiga. Sí pasa eso. A ciertas edades hay que echarle corazón.
-P: Pero habrá ganado en sabiduría, en saber estar, en tranquilidad a la hora del cante.
-R: Los años te ayudan. A lo primero tienes esa obsesión de querer que te escuchen. Pero hoy ya no, hoy hay que administrar las fuerzas. La fuerza se pierde. Hay muchas veces que se está cantando y uno siente hasta mareos.
Cantar es muy difícil. Tocar la guitarra también lo es. Hay que tener paciencia, y un estudio constante, no puedes dejar la guitarra un tiempo. Pero el cante y el baile necesitan mucho forma física. La prueba evidente es que, en el cante, cuando se llega a una edad, hay que dejarlo. En la guitarra pasa al contrario, se puede estar el tiempo que sea. Pero el cante requiere que uno se cuide mucho.

-P: ¿Sabría definir usted, que está en el mundo del flamenco toda la vida, cuál es la esencia del cante?
-R: Yo no sabría describirlo. Sólo te puedo decir que es mi vida. Si me lo quitan me muero. Esto además es algo que no se acaba de aprender nunca, por mucha edad que se tenga. Siempre hay que estar estudiando. Es una carrera interminable.
Muchas veces pienso: Dios mío, ya tengo una edad, pero me quitan esto y me muero.

-P: ¿Qué es lo que está oculto detrás de ese cante desgarrador que es el flamencchano4o?
-R: Yo digo que hay un misterio. Misterio y duende del flamenco, que es el título de una película antigua en la que yo intervine y que creo que lo define muy bien. Hoy, por ejemplo, que tengo un recital, me encuentro bajo de forma, y sin embargo, a lo mejor me siento allí, y me vengo arriba y canto extraordinario ¿Ese es el duende? Será el duende.

-P: El cantaor nace o se hace?
-R: Se hace. Pero hay que nacer. Y al revés: se nace, pero también hay que hacerse. Esto es una carrera, hay que aprender. Los cantes de Levante, los cantes por seguiriya, por soleá…, es necesario documentarse, tienes que aprender.
Pero también hay que nacer. Se tiene en las tripas. Tú puedes ser muy técnico, pero darle tu motivo, dotarle de vida, eso va con cada uno. Cada cual pone lo que puede. Lo que está claro es que también hay que aprender.
-P: ¿Se puede sentir el flamenco independientemente del punto geográfico en el que uno haya nacido?.
-R: Eso por descontado. Mira, ahora mismo, uno de los cantaores que más me llega a mí es Juan Barea que es de Burriana, cerca de Castellón. Sin embargo, sale cantanto y canta por seguiriyas, canta por soleá, canta por malagueñas, y es un fenómeno.
Carmen Amaya, por ejemplo, no nació en Andalucía, Pilar López es vasca, Vicente Escudero en Valladolid… No hay reglas en eso, el que sale, sale. Lo mismo da que sea donde sea. Que lo sienta y lo viva. Lo único que pasa es que en Andalucía a lo mejor hay más.
Yo mismo, que he ido a Japón cuatro veces, he visto los ejemplos que hay allí. Gente con una fe, con unas ganas de aprender y con una afición tremenda. En todas las facetas: en el toque, en el baile… En el cante es más difícil, pero el baile y el toque lo estudian. Les falta esa salsita, pero lo compensan con su ansia de aprender y su respeto. Yo le tengo mucha cosa a ese país, el flamenco es que les gusta mucho.

-P: Usted que ha sido el mejor cantaor que hemos tenido para baile ¿Qué es lo que recuerda de los bailarines más grandes con los que ha cantado?
-R: A cantar para bailar, no le da la gente el mérito que eso tiene. Es muy difícil cantar para bailar, pero no está reconocido artísticamente. Lo ponen en un plano secundario, pero no es así.
Yo he estado cantando muchos años para bailar. He tenido la satisfacción de cantarle a Carmen Amaya, a Antonio, a Rosario, a Pilar López…, le he cantado a los mejores. Pero después venía esa cara amarga de que dijeran: “Sí, pero canta pa bailar”.
Sin embargo, es muy difícil. Una prueba evidente es que cuando me dieron margen, cogí en Córdoba el Premio Nacional de Alegría y empecé a cantar sólo adelante y ya me iba defendiendo.
-P: Y cuál es la dificultad especial que hay en cantar para bailar?
-R: Cuando cantas solo, tu argumento lo empleas para ti mismo. Sin embargo, cuando cantas para bailar tienes que ir supeditado a la bailaora o al bailaor, tienes que ir medido, detrás de él. H ay que ir amarrado, porque la que manda es la que manda.
Pero si lo haces solo, si te viene ese puntito de duende o de inspiración, lo puedes hacer con tranquilidad, y eso es algo que, cantando para bailar, no puedes. Cuando cantas para bailar y la bailaora o el bailaor se sienten cómodos, entonces dicen: “El Chano me viene bien”.
-P: ¿Con que bailaores ha estado usted más compenetrado?
-R: Yo he tenido muchos. Con Antonio estuve 17 años. Di con él la vuelta al mundo varias veces. Fuimos, por ejemplo, los primeros en ir a Rusia después de arreglarse las relaciones entre los dos países. Pasé muy buenos momentos en su compañía. Luego he cantado a Pilar López, a Carmen Amaya…, pero co n el que más he estado fue con Antonio.
Con todos ellos me sentí muy compenetrado. Recuerdo que a Carmen Amaya, la primera vez que le canté fue en un homenaje a Pastora Imperio, y no ensayamos. Yo le dije: “Carmen, vamos a ensayar un poquito”, pero ella me dijo: “No importa, Chano, tú sales haciendo tu letra y yo te miro después y yo te pido para que entres por bulerías”. Y lo hicimos, y salió bien. Nada más estar sentada tocando las palmas, el público se vino abajo. Era genial, daba el corazón bailando.
Y Antonio. Antonio era un acontecimiento donde iba. Llenaba los teatros en todos sitios. El otro día veía por televisióhn el teatro en el que dan los oscars y le dije a mi hijo: mira, en ese teatro he trabajado yo. Yo he recibido muchas satisfacciones. Lo he pasado muy bien, pero era muy responsable, ensayaba a mis horas. Aunque los flamencos tenemos fama de ser muy anárquicos en eso.

-P: Usted lleva muchos años en el candelero, ¿Qué les pediría a la generación de gente joven que viene detrás?.
-R: Yo les pido que no pierdan la esencia. El progreso ha traído nuevos temas y argumentos. Y el flamenco, que es muy amplio, da la posibilidad de investigar y hacer cosas nuevas. Pero que no se queden solo en lo nuevo. No se puede perder lo clásico: las seguiriyas, las soleares, las malagueñas… El flamenco es muy rico en esas entonaciones