Cayetano Toledo Puche

Cayetano Toledo Puche nació en Cieza en 1945 y falleció en esta misma ciudad en 1998. A los quince años consiguió su primer premio de pintura y a los dieciocho empezó a realizar exposiciones individuales, mostrando su obra por buena parte del país.

Gran aficionado a la poesía, fundó y presidió la Asociación Cultural “Pueblo y Arte” que creó los premios internacionales “Luis Santamarina”. Esta afición le llevó a ilustrar varios libros de los poetas Aurelio Guirao, Eduardo López, Antonio Gómez, Ángel Almela y Antonio Ortega.

De Toledo Puche el artista José Lucas ha dicho: “era versátil, plural, ágil ante el paisaje, desconcertante ante la figura, con el dibujo, sabio, seguro y rotundo. Llevaba su inmenso corazón por encima de la camisa, por eso su obra es pasional, rítmica, luminosa. Era capaz de contar con pocas pinceladas y arañazos lo más profundo, misterioso y mágico que contiene el paisaje, eso tan difícil que es penetrar en los secretos del mismo.”

El historiador y crítico de arte Pedro Alberto Cruz Fernández nos cuenta: “La figura, el bodegón, los interiores, si no en número suficiente para eclipsar al paisaje, toman carta de naturaleza en su obra y en sus exposiciones. Incluso lo urbano, las casas, la antítesis de la naturaleza –la vivienda es el espacio privado que construye el hombre para aislarse de la naturaleza y de sus propios congéneres- aparecen como una reinterpretación de lo que podríamos denominar “el paisaje humano”, no el paisaje humanizado, en el que destaca, en un ejercicio de anticipación, su carácter silente, de ocultación y testigo –las ventanas actúan como multitud de ojos que miran sin dejarse penetrar-, su atmósfera, en cierta medida melancólica, que lo distinguen de la naturaleza, aunque ésta haya sido intervenida.”

 

Aurelio Guirao, inspirado por la obra de Cayetano, compuso el siguiente poema:

Secanos del Sureste,

Campos de Cartagena.

La sed sobre los ojos

de quien, lento, los mira.

 

Pero cabe el prodigio:

Sacarlos de la hondura

de un alma rebosante de jugo abalanzado,

de redentoras líneas y de pastas fundiéndose.

 

Rosas, grosor caliente, carne etérea.

Grises para tocar lomos de aire.

Azules coagulados, espesores

de un más allá en el tacto.

 

Montes de Cartagena,

Solanas del Sureste,

renegridas.

 

Pero cabe el prodigio:

Verdes manchados de carmín u ocre.

Alguna que otra planta, ralos árboles

-arropados de verdes en otoño o caqui militar-

en el paisaje imponen disciplina

de distancias y ritmo.

 

Violeta inmediatez impenetrable

con su perfume abierto a tangibles trasmundos.

 

Un sobrio discendir

-a veces, a escapadas desbordado-

poda, equilibra, ordena,

inventa la mirada

nuestro paso resume

en robustez dichosa, en luz, alfombra

para meter debajo

el erial arañante

y desvaído como vida humana.

Tras la muerte de Toledo Puche, su obra ha seguido vigente y ha motivado la necesidad de realización de importantes exposiciones retrospectivas en la Galería Efe Serrano (año 1998), en el Museo de Siyâsa (año 2000), en la Bienal de Florencia (año 2001), en el centro de arte Iglesia de San Esteban (año 2002) y ahora en la Galería Romea3.

En la citada exposición de la Bienal de Florencia de 2001 Toledo Puche obtuvo el “Premio Lorenzo el Magnífico a la Memoria ”, llegándole tarde pero justamente el reconocimiento internacional que su obra merecía. E ra un artista digno de pasar a la Historia no sólo de Cieza (su patria chica) sino de ámbitos geográficos mucho más amplios. Como suele pasar demasiado a menudo con los grandes hombres, su mayor reconocimiento ha llegado cuando él ya no está físicamente con nosotros.

Desde el año 2004 el Ayuntamiento de Cieza, junto a la Asociación “Pueblo y Arte”, convoca el Certamen Internacional de Pintura Toledo Puche, que es otro justo homenaje que se le rinde por todos los artistas que han concursado en él y por el pueblo que lo vio nacer.