Ana Almela

Ana Almela

La sutileza febril y volcánica de su pintura

Vestida de desnudez, así naciste,

fundación de aire, vida y vuelo.

Antonio Lucas

Hoy el arte se desarrolla en un inquietante remolino de idas y venidas, de convulsiones y agitaciones como nunca antes tuvo. El eclecticismo actual es paralelo al deseado mestizaje de aterrizaje inmediato que será, sin ningún tipo de duda, el talismán, el símbolo, la identidad del mundo de inmediato futuro, probablemente.

En la pintura de nuestro momento se desdeña el argumento a cambio de que lo representado sea pura pintura. Importa poco el asunto a representar, sino, cómo se va a representar. Nunca antes se dijo lo contrario durante el pasado siglo XX, salvo en ámbitos académicos.

En los años veinte del mencionado siglo XX, cuando París fue el epicentro de aquella incesante búsqueda de nuevos lenguajes, modos, formas y conceptos que dio nombre a tantos ismos, o sea a la época de las vanguardias, aquel momento en nada se parece a la convulsión y, por qué no decirlo, a la enriquecedora confusión de hoy.

Se dice con intencionada y viciada insistencia que: “la Pintura ha muerto”. No es cierto. Está algo en desuso la palabra vanguardia . Y también esto es cuestionable. Porque el hombre está ahí, en medio del huracán, de todas sus crisis y, las vanguardias son el hombre. Creo que nunca el arte, con la Pintura y la Poesía a la cabeza, ha estado más inquieto y vitaminado que en estos momentos.

Y de estos momentos es, y a esta hora pertenece, una muy interesante y jovencísima artista, la pintora Ana Almela. Hace pocos días visité su estudio, su santuario laico, su laboratorio de sueños. Allí me encontré con un conjunto de obra de una joven mujer que irrumpe al proceloso, inquieto y mágico mundo del arte con fuerza, mucha fuerza y con el perfume y los honores de una vibrante floración primaveral. Viene con el bagaje de su formación académica y también con los modos y la retórica plástica que esto conlleva….sabedora de ello, lo convierte en inteligente retórica.

Lo primero que me llamó la atención, junto a la poderosa obra que me mostró fue, su ya conocida imagen de aparente serenidad y moderación con que se comporta en permanente conflicto interior con su desmedido sentido volcánico de búsqueda, de hallazgos, de arrepentimientos, de volver a empezar, etc. Y también de un querer sacudirse los posos y los vicios inevitables de una formación universitaria de una cierta ortodoxia.

Ana sabe aprovechar las técnicas aprendidas en esa formación para saber después olvidarlas por sabidas.

Ana Almela sabe muy bien que el cuerpo humano es la escala de todas las cosas visibles e invisibles del mundo. Desde los remotísimos orígenes de las primeras manifestaciones artísticas hasta hoy, no hay nada más representado en el arte de todos los tiempos que el cuerpo humano, sus parcelas o sus fragmentos. Sigue la tradición, pero sabe bien que todo nuevo lenguaje es hijo inevitable de esa tradición. Aporta a la temática una forma de expresión muy suya. Demuestra que con un par de tonos de un indeterminado color, cuando hay una mano, un sentimiento y un corazón de artista, se produce el milagro de la potencia expresiva que ella nos ofrece. A la vez, Ana Almela nos interroga con esta esperanzadora obra, marca su parcela que irá ensanchando constantemente, hasta hacerse dueña de un gran territorio que es tanto como decir de un gran lenguaje.

Sabe también que en arte todo lo insinuado es más inquietante y aleccionador que los lenguajes determinantes, rotundos y remarcados. De ella esperamos, con la impaciencia que nos crea los personajes jóvenes con incuestionables grandes condiciones artísticas, esas insinuaciones mágicas a las que nos va acostumbrando, más que al grito artificioso de la fácil y ramplona cohetería que también abunda en el arte actual. Subir como la pólvora rápida y atronadora del cohete, para de inmediato bajar la caña apagada sin ruido ni valor.

Ana Almela no es de cohetería, afortunadamente, su pintura está hoy entre los pianos de Chopin y Satie.

José Lucas

Fotos: Luis Urbina