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Alfonso García Martínez

Alfonso García Martínez, codirector del Congreso ‘Diálogo Cultural':‘No basta con aceptar la existencia de las distintas culturas, debemos buscar el intercambio entre ellas’

‘S i no se pueden poner fronteras a las mercancías, mucho menos puede impedirse su movimiento a seres humanos’
Entre los días 22 y 24 de octubre, la Universidad de Murcia acogerá el Congreso Internacional Diálogo Intercultural, un foro en el que se abordarán distintas cuestiones tendentes a la construcción de una sociedad más abierta. Para el profesor de la Universidad de Murcia Alfonso García, y Mª Jesús Lacárcel Carretero, Presidenta de la Plataforma para la Promoción del Voluntariado de la Región de Murcia, directores del congreso, el hecho de que este año 2008 haya sido declarado Año Europeo del Diálogo intercultural ‘supone una ocasión excepcional para reflexionar sobre estas cuestiones’.

Alfonso García reclama en esta entrevista un respeto a las diferencias culturales, y reclama la construcción de marcos de colaboración entre los diferentes grupos sociales y culturales. Según él, ‘es fundamental el respeto a los derechos de todos y a la libre expresión de las distintas posiciones’. El profesor aboga por el fin de la irracionalidad que no es patrimonio de ninguna cultura en particular, sino que es una lacra que, desgraciadamente, ‘afecta a todas’.

-Pregunta: El mestizaje es algo indudablemente positivo pero ¿es bueno un mestizaje tan veloz como el que se está produciendo en España en la última década?

– Respuesta: Sin duda, estando de acuerdo con que el mestizaje es algo positivo para el desarrollo de las actuales sociedades, y sin olvidar que, en parte, está impulsado por los propios procesos globalizadores, no hay que desdeñar el peso de las tendencias pesadas que resisten al cambio sociocultural, independientemente de que se asuman muchos otros cambios y de que, en el horizonte, todas las vías parecen conducir a situaciones de mezcla social y cultural. Sin embargo no estoy en condiciones de afirmar que se trate de un proceso ‘veloz’, aunque sí más visible que en épocas anteriores. Ante esto, el trabajo pendiente reside en construir marcos de relación y conocimiento que minimicen el efecto de dichas tendencias aislacionistas y faciliten los intercambios de todo tipo. El diálogo y la relación intercultural puede ser un buen comienzo de ese camino.

 

-P: España se llena de gentes de distintas razas, culturas y procedencias, pero ¿eso nos hace más abiertos, compartimos cultura y tradiciones, o más bien se establecen guetos de los que nadie se plantea siquiera salir?

-R: Permítame indicar que España es en sí misma una realidad plural, independientemente de que vivamos bajo un mismo paraguas estatal. Una vez dicho esto, es cierto que, cada ver con mayor frecuencia, en muchos barrios de nuestras ciudades encontramos ciudadanos de diversas culturas y procedencias nacionales y diferentes colores de piel. La cuestión de las ‘razas’ es harina de otro costal. No quiero detenerme aquí en ello. Sólo repetiré que, de acuerdo con toda la evidencia científica existente, no existen, por lo que es difícil describir lo que no existe. Para una explicación más amplia y con mayor precisión, remito a lo expuesto en mi libro La construcción sociocultural del racismo de la Editorial Dykinson (Madrid).

El hecho de compartir espacios de todo tipo con pobladores extranjeros puede tener dos efectos en sus extremos: el primero, asumir la pluralidad, conocerla y convivir con ella, lo que no puede sino enriquecernos como seres humanos, y, en segundo lugar, rechazar esta situación tanto mental como espacialmente. Si se da la primera situación, que es lo que pretendemos impulsar partiendo de una visión intercultural, conseguiremos avanzar en una sociedad abierta y respetuosa de las diferencias socioculturales. Si, por el contrario, se da la segunda, provocaremos innecesariamente conflictos insolubles y la configuración de guetos que, incluso físicamente impedirán el contacto entre los diversos componentes sociales, alimentando el recelo, el malestar y el enfrentamiento.

Compartir los espacios físicos con distintos componentes socioculturales es una condición necesaria, aunque no suficiente, para establecer una relación colaborativa intercultural capaz de superar el conflicto violento, los estereotipos paralizantes y el miedo al otro. Es también una forma excelente de ampliar nuestro conocimiento del mundo y de avanzar hacia una sociedad plural, libre e integradora. Y esa es una tarea de todos, autóctonos, minorías e inmigrantes

 

-P: ¿Somos los españoles receptivos con otras culturas? Y a la inversa: ¿Son las otras culturas receptivas con las que no son la propia?

-R: Todos miramos las situaciones sociales desde nuestro punto de vista sociocultural, el que hemos aprendido evidentemente; pero debemos hacer un esfuerzo por comprender la posición cultural de los demás. Convivir y trabajar de manera conjunta, al tiempo que mantenemos (y cuestionamos) nuestras identidades y diferencias culturales es uno de los pilares de las nuevas sociedades. Pues no basta con aceptar y respetar las diferencias culturales, sino que es necesaria la interrelación entre los sujetos portadores de las culturas. La realidad pluricultural de nuestra sociedad nos obliga a ir más allá de la simple aceptación de la existencia de las distintas culturas, debemos buscar el intercambio entre ellas.

No basta con respetar las diferencias culturales: es necesaria la interrelación entre los sujetos portadores de las culturas.

Hay que construir marcos estables de relación y colaboración entre los diferentes grupos sociales y culturales.

El diálogo intercultural, pretende facilitar el entendimiento entre las diversas culturas.

El diálogo intercultural comienza cuando todas las partes son reconocidas y legitimadas.

Es fundamental el respeto a los derechos de todos y a la libre expresión de las distintas posiciones.

La irracionalidad y la superstición no son patrimonio de ninguna cultura en particular. Afectan a todas.

 

 

-P: Qué mecanismos deberían ponerse en marcha para poder construír una sociedad más abierta, más plural, más intercultural?

-R: El aprendizaje de normas, valores, costumbres, etc., es un proceso complejo en el que el encuentro con los otros es fundamental para conseguirlo. También sería deseable proporcionar un marco de relaciones que fomente la interacción cultural enriquecedora, combatir los prejuicios y generar actitudes positivas hacia la pluralidad sociocultural, entre otros mecanismos. El respeto a los derechos humanos, sociales y laborales de los inmigrantes pasa también por ampliar el marco de ciudadanía, al modo como se plantea en la visión de la “ciudadanía europea”, es decir, una ciudadanía vinculada a la vida en un territorio y no a la procedencia nacional de cada cual. Como ve, es un camino que hay que construir.

Entiendo que evitar la discriminación de nadie supone profundizar en esos derechos y en construir marcos estables de relación y colaboración entre los diferentes grupos sociales y culturales, sin establecer previamente el dominio de ninguna visión sobre otra. En esta tarea, todos estamos implicados, pero la responsabilidad mayor corresponde a los poderes públicos… y a las mayorías. Las recientes decisiones adoptadas por esos mismos poderes públicos a escala europea son justamente el reverso de lo que es necesario hacer. Hay que romper la lógica del control y la represión, e incentivar la lógica de la inclusión y el respeto a los derechos, como también a las obligaciones derivadas de la vida en común.

 

-P: También el lenguaje tiene un poder ideológico importante como constructor del imaginario social y de la idiosincrasia de la sociedad ¿Es nuestro lenguaje suficientemente abierto o, por el contrario seguimos teniendo dificultad para dialogar y entendernos con otras culturas?

-R: El lenguaje no sólo sirve para nombrar las cosas, sino que nos sugiere los significados que debemos asignar o negar a esas mismas cosas. Ciertamente, el lenguaje debería ser un instrumento para el consenso y el entendimiento, es decir, para deshacer falsas concepciones y equívocos. Pero el lenguaje también configura realidades de modo negativo, como por ejemplo la propia utilización de términos como el de “raza” que, siendo una categoría sin fundamento alguno cuando se aplica a los seres humanos, sigue, sin embargo, siendo utilizada como un descriptor de realidades (inexistentes pero con incidencia social).

A través del diálogo tenemos la oportunidad de conseguir una comprensión compartida de los acontecimientos, saberes, acciones, etc., a condición de que podamos hablar un mismo lenguaje, es decir, un marco común de entendimiento. Si somos distintos es porque interpretamos de manera distinta la realidad, que a su vez, es distinta en cada experiencia particular de los grupos, pueblos y naciones. El diálogo intercultural, pretende ser un proceso que, sobre bases paritarias, facilite el entendimiento y la comprensión entre las diversas culturas que conviven en un mismo espacio geopolítico y que mejore las relaciones humanas entre grupos culturalmente distintos. El diálogo intercultural comienza cuando todas las partes son reconocidas y legitimadas.

 

-P: Ustedes plantean como algo óptimo llegar a una sociedad sin miedo a la autoconstrucción ¿cómo se consigue eso?

-R: No es nada fácil, pero en un mundo donde hasta las rosas tienen espinas, podríamos empezar por el sistema educativo fomentando el aprendizaje autónomo, el razonamiento crítico, compromiso ético, etc. Parece evidente que la participación y el compromiso de todos los implicados es una condición inexcusable salvo que queramos ir hacia un desastre estabilizado. Son los interesados quienes deben poner las bases de su forma de vivir. Por tanto, las recetas previas quedan excluidas. El fundamento sigue siendo el respeto a los derechos de todos y a la libre expresión de las distintas posiciones. Un poco de buena voluntad y algo de conocimiento de las realidades ajenas no estaría mal para comenzar.

 

-P: ¿Cuál debería ser la frontera de la tolerancia entre culturas cuando se vulneran los derechos humanos por una de las partes –léase: burka, ablación del clítoris…?-

-R: A estas extralimitaciones y prácticas que no aprobamos de ninguna manera, unas más graves que las otras, cabría añadirle unas cuantas más: los salarios de miseria, la explotación inmisericorde, el racismo, la trata de seres humanos, el desprecio personal o institucional del diferente, etcétera, etcétera. Y estos últimos modos de vulneración son más específicos de nuestra cultura y de nuestra realidad social europeas. Para apreciar esta situación, nos sirve el concepto de `tolerancia vertical’, que supone aceptar una aproximación a la realidad bastante discutible, ya que me sitúa a mí arriba para mirar hacia abajo, de modo que mi respeto a ciertas creencias y determinadas prácticas se sitúa siempre en la posición superior. Es decir, yo tolero al diferente porque me encuentro por encima de él. Se trata de una concepción asimétrica que impide el diálogo. Y en lo que respecta a determinadas prácticas culturales, algunas impregnadas de religiosidad, debemos hacer un esfuerzo por verlas partiendo del prisma cultural de quienes las asumen, sin olvidarnos de distinguir entre las que pueden beneficiar o perjudicar a los seres humanos, y sin lugar a dudas la ablación del clítoris es un atentado contra las personas –y especialmente contra las mujeres-, visto desde la posición cultural en la que me encuentro. Pero no lo son menos ciertos puntos de vista judeocristianos a los que estamos más acostumbrados, aunque, hoy por hoy, no puedan sernos impuestos. La irracionalidad y la superstición no son patrimonio de ninguna cultura en particular. Afectan a todas. Pero tenemos mecanismos, en especial los basados en el respeto a los derechos humanos universales, que suponen un importante punto de partida y un asidero para combatir los atentados del tipo que sean y contra quienes sean.

 

-P: ¿Son los españoles más recelosos con los inmigrantes que el resto de Europa?

-R: Los españoles, en mi opinión, no son ni más ni menos recelosos que el resto de pueblos europeos respecto de grupos e individuos procedentes de otras latitudes. Ahora bien, cómo se mira y se aprecia a los diferentes por la razón que sea (nacionalidad, religión, cultura o color de la piel) depende mucho de factores tales como la educación, el sentido crítico o la aceptación, interesada o no, de estereotipos o interpretaciones sesgadas ideológicamente. Ya sabe que el desconocimiento de algo es un buen caldo de cultivo para suscitar el recelo y el temor hacia ello. Justamente las diversas variantes del llamado ‘diálogo intercultural’ están convocadas a reducir esas distancias negativas. Yo no aludo a unas razas inaprensibles e inexistentes, como ya he expuesto, sino a individuos y pueblos, que son componentes diferentes de la especie humana.

 

-P: Las fronteras han dejado de ser algo estanco e infranqueable ¿Qué consecuencias acarreará esto en el futuro?

-R: Disculpe que empiece respondiendo con otra pregunta: ¿Alguna vez las fronteras han sido estancas e infranqueables? Siempre se ha buscado la manera de mejorar las condiciones de vida y el derecho a buscar una vida mejor siempre está presente el pensamiento de cualquiera de nosotros. Debemos seguir trabajando, no sólo desde la educación, sino con todas las instancias sociales, y presionar a los centros de decisión política, para pensar en actuaciones acordes con ese escenario que, en mi opinión, es una realidad palpable e incuestionable, cuya negación nos conduce a actuar de acuerdo con lo que se atribuye al avestruz. Hemos de ser valientes (y responsables) y admitir que si no se pueden poner fronteras a las mercancías ni a los capitales (que no pueden andar por sí mismos), mucho menos puede impedirse su movimiento a seres que, por lo general, tienen pies. Ese escenario es algo real que hay que tener en cuenta si pretendemos caminar hacia un futuro intercultural, más igualitario y más justo.