externas20170522210625

Adiós a José Antonio Trigueros, el gran “dantista” de Murcia

(Por Belén Hernández)

El nombre de José Antonio Trigueros en el entorno universitario, es sinónimo de la historia de la filología italiana en la Universidad de Murcia, así como figura principal para la difusión del arte y la cultura itálicas en nuestra ciudad; labor que sin duda todavía perdurará mucho tiempo a través de sus alumnos y en el impulso de futuros proyectos relacionados con el italianismo.El profesor Trigueros era sacerdote y filólogo, nacido en Blanca el 17 de enero de 1930 , a los 11 años ingresó en el Seminario Menor de San José para cursar Bachillerato, pasando después al Seminario Mayor de San Fulgencio. Muy joven se trasladó a Roma para cursar estudios de Filosofía y Teología en la Universidad Gregoriana, donde aún hoy se imparten los cursos en latín; allí también se doctoró en Teología con el máximo de calificaciones. Viviendo en Roma fue ordenado presbítero en la Capilla del Colegio Español San José por el Cardenal Cicognani, el 19 de marzo de 1954. Regresó a Murcia en 1956 y a partir de entonces recubrió numerosos encargos y representaciones dentro de la iglesia, entre los que destacan Canónigo desde 1966 y luego Deán del Cabildo de la Catedral de Murcia.

En lo relativo a su labor como profesor, después de impartir cursos de griego y latín en el Seminario de San José y en la antigua Escuela normal de Murcia -entre otros centros-,  inició la docencia de la lengua italiana en la Universidad de Murcia en 1970, consiguiendo la titularidad en esa especialidad en 1978 y poco después la cátedra, que defendió con sus estudios sobre Dante Alighieri. Por esos años, las cátedras de italiano en España eran sólo cinco y Trigueros desde Murcia contribuyó a la creación de la Sociedad Española de Italianistas (SEI), organizando en la Universidad de Murcia su segundo congreso, en 1984. Sucesivamente, en paralelo a sus obligaciones de sacerdote, siguió vinculado al Departamento de Filología en sus años de profesor emérito desde el año 2000 hasta su retirada definitiva en 2004. Sin lugar a dudas, su tesón como estudioso y apasionado de las letras italianas,  logró consolidar  en pocos años  los estudios de una lengua por entonces muy minoritaria, que gracias a su esfuerzo hoy cuenta con una presencia destacada en los planes de estudios de las distintas filologías.

Todos estos hechos de su vida son conocidos por la mayoría de los profesores y alumnos de la Facultad de Letras. De sobra es sabida su generosidad a la hora de facilitar becas y viajes a Italia a los jóvenes estudiantes; su respeto y tolerancia por las elecciones de los más diversos temas para desarrollar actividades o tesis doctorales (de Dino Campana a Cesare Pavese), trabajos que siempre revisaba con gran rigor; su empeño por desarrollar el proyecto museístico de la Catedral y las exposiciones de Francisco Salzillo en el Vaticano; y su paciencia con los avatares sociopolíticos para inculcar ilusiones hacia la cultura italiana, incluso en las condiciones menos favorables.  Pero quizá no sea igualmente conocida su faceta como experto de la obra de Dante, de la que quiero dejar breve constancia en esta despedida.

En el libro Conceptos fundamentales de la poética teórica de Dante Alighieri (Universidad de Murcia, 1992), el profesor Trigueros condensaba su saber sobre las teorías estéticas de Dante que había vertido en diversas publicaciones anteriores, como en Lírica románica medieval (1986) o en su traducción de De Vulgari eloquentia; el tratado en el cual Dante fundamenta la nobleza de la lengua italiana como lengua literaria basándose en el estudio de la problemática filosófico-teológica del lenguaje, relacionada con los dialectos italianos, de los cuales el poeta supo extraer el ilustre vulgar que sería la base de la Comedia. Trigueros procede en sus investigaciones con una precisión y claridad ejemplares, descubriendo a sus lectores un Dante cercano y moderno. Desde su mirada, este autor enigmático y dificilísimo, teólogo y erudito, se observa según el método lógico-deductivo, pues la racionalidad era también el imperativo de la estética dantesca. Presenta los tratados filológicos de Dante como el armazón de su edificio lírico; aporta lúcidas correspondencias, síntesis y comentarios, a través de los cuales puede seguirse el itinerario formativo del escritor, así como sus relaciones con la poesía y la retórica del tiempo.

Los trabajos de Trigueros, como las obras que perduran, todavía serán fuente de inspiración para los dantistas españoles, si bien parezca inimitable alcanzar ese tono equilibrado de su discurso, consecuencia de un profundo conocimiento de las fuentes clásicas y medievales, de la poesía stilnovista y los contenidos del trivium trecentesco.

Así, hoy decimos adiós a una persona de talante abierto y sólidos principios éticos, pues de él recordaremos, con aprecio y respeto, otra forma de investigar y de estar en el mundo.