A VUELTAS CON EL CAP Y EL MÁSTER DE SECUNDARIA

alumnos en  el campus de la MercedMi larga dedicación a la Universidad me ha permitido entrar en contacto con el extinto CAP desde los años 80 poco después de su implantación. Una aceptable decisión de la Ley General del 70 de implantar una formación inicial para los profesores de la educación secundaria fue desdibujándose con los años por muy diversos motivos. Entre ellos, el voluntarismo con que las universidades tuvieron que afrontarlo y luego, coincidiendo con años de dificultades de empleo o de crisis, como en la actualidad, la masificación de las inscripciones de licenciados sin orientación alguna hacia la enseñanza como profesión sino estrictamente como una posibilidad más para quienes el interés por realizarlo se reducía a tener abierta una posibilidad profesional más –o la única- y obtener un diploma.

Naturalmente, se hacía necesario y hasta urgente una sustitución del CAP por un nuevo modelo más riguroso, práctico y exigente no sólo para los alumnos sino también para los profesores que lo imparten. Algunas universidades, y en particular la de Murcia, han realizado desde hace décadas esfuerzos por dignificar la enseñanza del CAP, a pesar de las dificultades y en algunas áreas, casi siempre dependiendo de la calidad de los profesores participantes, se han alcanzado niveles muy aceptables de calidad.

Tras los titubeos e indecisiones ministeriales en el pasado, recientemente se va a implantar el nuevo modelo con formato de Máster de formación inicial del profesorado de secundaria. La decisión ministerial ha producido revuelo no sólo entre los estudiantes sino también entre dirigentes y departamentos universitarios. Resulta evidente que este cambio podría haberse mejorado si se hubiesen tenido en cuenta las necesidades de alumnos, universidades y de los departamentos.
Desde luego, no les falta razón a los estudiantes que cursan sus últimos años de  licenciatura a quienes se les ha modificado el escenario de sus salidas profesionales implantando un Máster con condiciones diferentes sin haber previsto una situación transitoria para los alumnos de planes viejos reservando el nuevo modelo para los titulados por los nuevos Grados que se están implantado. En cuanto a la inquietud que viven las universidades deriva, como ya viene siendo habitual en España en las reformas educativas, por falta de financiación para una implantación razonable y efectiva de los cambios previstos. No es, en mi opinión, éste el principal problema para garantizar la calidad del nuevo Máster. La universidad de Murcia ha resuelto, no sin tropiezos y algunos errores, de manera razonable el complejo problema de coordinar y poner de acuerdo a numerosos departamentos y centros  la programación del Máster de secundaria de manera que su propuesta ha obtenido la evaluación positiva de la ANECA.
Ahora bien, los grandes retos y compromisos han de resolverse ahora de manera decisiva pero flexible. Siempre he creído que siendo las leyes y los medios adecuados para cumplirlas un vector muy importante de la calidad, no la garantizan desgraciadamente por sí solas. La educación en nuestro país no ha resuelto graves problemas tras la disminución de la ratio profesor/alumno, la mejora sustancial de los recursos para centros, estudiantes y profesores, tentativas de reformas y mejoras legislativas, acuerdos, negociaciones y consensos políticos y/o profesionales que han ido instaurándose en los diez últimos años. La implicación y compromiso personal y activo de los profesores, la formación de los mismos, también de quienes trabajamos en la universidad, sigue siendo factor decisivo para lograr la calidad y el éxito del aprendizaje de los alumnos. Sería ingenuo ignorar que existen elementos organizativos, económicos, entre otros, que condicionan la desmotivación que aqueja a sectores importantes del profesorado. Sin embargo, nadie puede ignorar que muchas de estas limitaciones son comunes también a médicos, sanitarios en general y otros profesionales que no por ello se les puede eximir de ser excelentes médicos, sanitarios y también profesores.
El nuevo máster de formación ha de imponer exigencias estrictas a sus alumnos si queremos profesores con buena formación científica y didáctica. Mayor dedicación, esfuerzo, costes personales y económicos que obligará a los futuros alumnos del mismo, antes de realizarlo, a plantearse seriamente si la enseñanza en secundaria es un horizonte profesional realista y a cumplir seriamente el programa, sobre todo práctico, que deberá desarrollar este nuevo modelo de formación. No cabe duda: los alumnos habrán de “ponerse las pilas” para optimizar su identidad y valía como profesores de secundaria.
Naturalmente, la universidad gestiona y gradúa a los alumnos de su máster pero hay un sector externo al que ésta debe recurrir para lograr resultados más realistas de esta formación. Me estoy refiriendo a los propios profesores de secundaria, con amplia experiencia y dedicación, que conocen el terreno que pisan y deben servir como contrapunto realista a los conocimientos que se impartirán. La Universidad debe recurrir generosamente a estos profesionales a través de la Consejería de Educación e incrementar el número de profesores de secundaria que participarán activamente en la fase teórica y práctica del nuevo máster. Sin contar con los IES, adaptar su organización para recibir en prácticas a los alumnos y sin incentivos que eleve su motivación y deseos de participar  en los estudios de máster va a resultar imposible el objetivo de una formación de calidad ceñida a las necesidades y contexto reales del mundo de la secundaria. Sin la aportación decisiva de este sector del profesorado no universitario el nuevo proyecto de máster puede perder gran parte de su efectividad. La Universidad, y en particular quienes van a gestionar el máster, debería ser generosa con este sector, más que lo hemos sido hasta ahora en el CAP, para incorporarlo entendiendo que sin su visión y aportación no se lograrían plenamente los objetivos.
El núcleo gordiano, sin embargo, reside en el profesorado universitario. ¿Quiénes van a impartir el nuevo máster? ¿Los mejores o aquellos que lo deseen sin otro criterio? ¿O los departamentos harán su asignación en función de sus necesidades y no de las exigencias de este nuevo modelo que o tendrá éxito desde el comienzo por una buena batería de decisiones estratégicas o bien –ojalá me equivoque- cosechará desconfianza, falta de compromiso y críticas de los futuros alumnos. Aquí la cuestión principal no es aprobar sólo a los que aprovechen y suspender a los que no. Aquí el reto ha de ser que apliquemos los medios para que aprovechen. Un simple suspenso no suele ser un criterio de calidad. Siempre hay algo más para un profesor excelente.
Los dirigentes de la universidad y los organizadores del máster tienen por delante un reto crucial, lograr la credibilidad de una nueva etapa.
El maximalismo y dogmatismo son malos consejeros en esta tarea. Habrá que destacar también por un nuevo estilo en el talante, comprensión, acogimiento, selección de los objetivos que objetivamente mejoren la calidad de la enseñanza de cara a los alumnos e implicación de todos los afectados.
No habrá que dejarse deslumbrar por las ilusiones de la calidad. Mejorar las condiciones de trabajo de los profesores, ampliar el número de horas de estudio, etc. no garantiza, por sí sólo, un producto de calidad. Quizás ése sea un logro a corto o medio plazo. Ahora lo que ha de mejorar es la enseñanza.

Los gestores, organizadores, coordinadores, profesores, etc. habremos de empezar a aplicar los principios invocados para la reforma de Bolonia: formar buenos profesionales.

Lamentablemente, no se ha otorgado a las universidades los recursos adecuados para una cómoda implantación del máster, pero, una vez más, la calidad está en cuestiones como la selección del profesorado que lo va a impartir, la preparación y formación de los mismos, conocimiento real y práctico del contexto educativo para el que formamos, con frecuencia ignorado por los universitarios, sus actitudes positivas para lograr un rendimiento eficaz, su disposición a colaborar codo con codo con los también excelentes, sólo los excelentes, profesores de secundaria, conocedores directos de una realidad muy peculiar.
La Universidad  de Murcia –tal vez toda la universidad- tiene una oportunidad pero también un reto para dar credibilidad a las amplias críticas contra el viejo modelo del CAP afortunadamente superado.

Manuel Esteban Albert
Director en funciones del ICE
Universidad de Murcia